Desconocido #1

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De: user0012345@hotmail.com
Para: hottie-sunshine@hotmail.com
Asunto: Te conviene leerlo.

Había una vez un chico que siempre fue amado. Era el orgullo más grande de sus padres, la luz del hogar. Era feliz. Hasta que descubrió que había algo errático consigo mismo. Cuando niño no resultó un problema, pues todos los niños tienden a agruparse con los de su mismo sexo. Fue cuando se suponía que debía comenzar a sentir atracción sexual por las niñas que se llevó esa gran sorpresa. No le gustaban las niñas de la manera que deberían sino los niños. Creyó que solo se trataba de un efecto colateral de la pubertad y que podría enmendarlo, pero no fue así. Conforme transcurrieron meses y años, seguía enfocado en el sexo equivocado. Entonces comprendió que simplemente era distinto a los otros niños, así como unos tenían ojos verdes y otros azules. Solo que, al parecer, era único en su especie por el momento. Entró en pánico, pues su iglesia no aprobaba a ese específico tipo de distinción en los niños.

Así que acudió a sus padres, sus ángeles y consejeros de toda la vida. Ellos no reaccionaron como el chico esperaba. Lo tomaron como un chiste y se rieron. En cuanto vieron que su hijo mantenía una cara seria, sin ahogar por completo su diversión, le dijeron que solo estaba confundido. El chico no los rebatió, porque sus padres siempre fueron muy sabios, aunque era consciente de que no estaba confundido en lo absoluto. Conforme pasaron los días e insistía en esos mismos decires y comportamientos, los padres comenzaron a alarmarse, y posteriormente a enfurecerse. No se lo decían, pero el chico sabía que la razón por la que ya no deseaban que saliera a la calle con ellos era porque se avergonzaban de él. A veces lo confrontaban de mala manera, pidiéndole que volviera a ser normal.

Había algunas frases que el chico jamás olvidaría. Como cuando su madre le dijo «¿Haces esto a propósito, verdad? ¿Qué te hicimos para que nos castigues así?» o cuando su padre sentenció «Solo quieres llamar la atención.» Tampoco olvidaría las veces en que escuchaba a escondidas las conversaciones que sus padres enhebraban a media noche.

«Ya no sé qué hacer con él.»

Por su puesto, aceptarlo no era una opción.

Lo mantuvieron recluido en su casa como a alguien infectado de una enfermedad altamente contagiosa y lo obligaron a no volver a repetir ante nadie lo que les había dicho sobre sus preferencias sexuales. Mientras tanto, lo llevaban a la iglesia, para que el padre lo guíe y lo ayude a enderezar su camino. Las palabras del padre no tenían ánimos de ser crueles, pero para el chico fueron como colocar el cuello debajo de una guillotina. «Dios hizo hombre y mujer como pareja estratégicamente. Dos hombres no pueden procrear, así como tampoco pueden hacerlo dos mujeres. En la procreación está la descendencia y gracias a la descendencia continúa la vida. Debes encontrar tu camino de regreso al Señor».

Encontrar su camino al señor. El padre tampoco se lo dijo, pero el chico entendió que le estaba acusando de herejía. El chico ya no podía comer el cuerpo de Dios, ni ir a misa los domingos. Estaba en desgracia.

Los amigos del chico que se enteraron, se apartaron. La comunidad cristiana que lo había acogido desde niño le dio la espalda. Su propia familia le dio la espalda. Los que se suponía que lo amaban, lo rechazaron y lo reprimieron. Todos, desde sus padres hasta sus amigos y su Dios. Jamás se sintió más traicionado y solo.

Comprendió entonces que el amor en el que siempre había confiado era condicional. Y que, donde estaba, fuera de esas condiciones, no había amor. También entendió que, en realidad, mientras fuera fiel a sí mismo, siempre estaría solo.

Por un momento se confundió, cuando las cosas que arreglaron en casa, su familia pareció comprender y consiguió una pareja.

Pero este correo es para recordarle a ese chico la verdad. Las personas que lo rodean siguen siendo las mismas. Solo esperan el momento adecuado para atacar.

27/04/2016, 16:47

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