Día 17

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Hoy mamá me levantó hablándome en voz baja y trayéndome el desayuno a la cama. Me convenció con que tenía que ir al instituto ya que era muy importante que no faltara. Su manera de pensar todavía no la entendía, ya que después cuando le entraba la depresión y yo tenía que ir a trabajar por ella no le daba tanta importancia.

—Vale, pero no traigas a Watermelon hoy, por favor —bufó y alzó la vista al cielo.

—¿Puedes no llamarlo así? —me reí y ella también sonrió.

—Sabes que en realidad va con él —negó con la cabeza y se levantó de mi cama.

—Esta semana no vendrá, tiene mucho trabajo, así que puedes estar tranquilo —fue a salir de la habitación pero antes se dio media vuelta recordando algo—, como ves, ¡WALTER es una persona muy responsable que no descuida su trabajo! —con aire triunfante se dirigió a la cocina. La sonrisa no se me iba de la cara, hacía tiempo que no estábamos los dos de tan buen humor.

Hoy faltó Alice, se me hizo extraño no verla. Pero por lo demás fue todo normal; resultados medianamente buenos en los exámenes, el profe pesado con que vaya preparando mi trabajo, y las contestaciones que hacen que la profesora se ponga de los nervios y que los alumnos se diviertan. Un día normal, cosa que me gustaba.

Volvía contento a casa con ganas de contarle lo que había hecho hoy a mi madre, por primera vez en meses me apetecía hablar de mi vida.

Pero entonces lo vi.

Mi padre estaba parado delante de mi pizzería favorita en frente del instituto. Me había visto y se dirigía hacia mí.

Sin duda comencé a correr, y él también.

"¿Seguiría enfadado?"

Miré hacia él y pude ver como poco a poco lo iba dejando atrás.

Fue ese mi error.

Tropecé con un enorme bache mal asfaltado que no había visto y me comí el suelo.

—Hijo de... como corres... —llegó jadeando y sudando. Me levantó con facilidad y me sonrió— ¿tu madre siempre te da dinero para que te compres algo de comer en la escuela, no?

Quince maldito dólares. Y son por si acaso me pasase algo, ni siquiera es para la comida.

—Dámelos, me lo debes por lo del otro día —intenté soltarme de su agarre pero eso solo hizo que me ganase un puñetazo en la cara.

—Déjame ya... —dije cansado y recordando los golpes que tenía marcados por todo el cuerpo.

—Eres un mierda —se rió y me dio otro empujón en el que caí dándome un cabezazo con un banco de piedra. Se fue. Y lo peor de todo es que me encontraba confuso en un sitio que no reconocía. ¿Estaba en un parque? ¿Cuánto me había alejado del instituto?

—¿Elliot? —no fui capaz de levantarme, ni siquiera de buscar la voz que pronunciaba mi nombre— ¡joder, Elliot!

Cerré los ojos. 

ElliotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora