Día 42

37 6 2
                                    

Las gota que caía repetidamente de las hojas de los arboles era lo único que escuchaba. La tormenta había parado. Pero yo sin duda me sentía más como la tormenta de ayer, no como el día soleado y azul de hoy.

—Hey —ni siquiera me di cuenta de que Owen había venido a verme— ¿qué haces aquí solo en el porche?

Negué con la cabeza. Él había visto lo mismo que yo, sabía lo que me pasaba.

Dejó de sonreír y se sentó a mi lado.

—La verdad es que planeaba estar todo el día sin hacer nada, pero tu madre me ha llamado —tiene que pensar que es una pesada, yo al menos lo pensaría.

—No tienes que estar conmigo por pena, he aguantado cosas peores —me miró con una mueca triste, pero no lo negó.

—A pesar de que yo no la conocía, todavía me da vueltas lo que pasó ayer —me encogí y me agarré el pelo.

—No pensaba en verla así... —dije susurrando. Las imágenes vinieron de repente de nuevo.

"Nosotros entrando. Los médicos echándonos. Unos fuertes gritos del pasillo. Empujo a los médicos y paso. Owen me sigue. Me grita. Los médicos corren detrás de nosotros. Llegó a los gritos. Y la veo."

—Estaba gritando, moviéndose de la cama como si no reconociera donde estaba, llorando y con arañazos y moratones en toda la cara —tembló todo mi cuerpo mientras recordaba—, cuando los médicos la tocaban, gritaba aún más... —las lágrimas se me saltaron. Lo que peor me sentó, fue que no veía a Alice en esa chica. Su sonrisa no estaba, solo era una mueca llena de angustia y dolor. Y el brillo eterno de sus ojos miel había desaparecido, incluso diría que se les había oscurecido el color.

—Oye, lo que le ha pasado le costara mucho superarlo —me negué a escuchar la realidad de Owen o los ánimos de mi madre. Incluso Ember había venido a verme, pero lo único que consiguió fue que me encerrara en mi habitación.

—¿Pero porque ella...? —¿porque habían destrozado a una persona tan especial como Alice?

Silencio. Quizás debería callarme, me había olvidado que Owen transmitía un aura de comodidad que era peligrosa a la hora de hablar con él.

—Yo al verla, solo pensé en una cosa, —se rió, pero no era la risa típica que hacia siempre, era una vacía y triste— me pregunté; ¿por qué ella está viva y Harper no?

Su sinceridad hizo que parará de sollozar y lo mirara sorprendido.

—Soy mala persona por pensar eso, muy mala persona —suspiró y al darse cuenta de lo que acababa de decir me miró nervioso.

—Supongo que es normal —intenté animarle con la duda de por qué no me había ofendido su comentario.

—Pues no me gusta ser normal —cuando dijo eso, vi que él estaba aún más roto que yo, aunque no entendía como ni el porqué. ¿Siempre había sido así? Me daba la sensación de que sí, pero ahora lo de Harper lo había hundido aún más.

—¿Tienes amigos? —mi pregunta lo tomó por sorpresa.

—¿Amigos de verdad? —asentí—. Supongo que no, son solo para pasar el rato...

—¿Y familia? —chasqueó la lengua y pasó la mano por la madera húmeda de la escalera del porche.

—Mi madre trabaja mucho, y mi padre está en Alemania por trabajo —supongo que eso era un: no cuento mucho con ellos— mi madre me cuida y me quiere, pero es diferente a lo que tú tienes con tu madre, un abrazo seria rarísimo —se rió y yo me avergoncé.

—¿Hermanos? —continué preguntando.

—Mi hermano mayor está en la cárcel —eso no me lo esperaba.

—Vaya, ¿por algo gordo? —intenté no meterme mucho más en el tema.

—Drogas —se mordió el labio y se frotó las manos—, no lo conozco mucho, lo único que sé es que por su culpa mis padres me echan la carga de ser el hijo perfecto.

"¿Es la razón de porque esta así siempre?"

—Tiene sentido, pero eso es porque se preocupan por ti —además de que tu familia es rica, no tienen que pensar mucho por el dinero como la gente como yo.

—Sí, no es tan malo, te acostumbras con el tiempo —se calló y luego de repente se comenzó a reír.

—¿Qué pasa? —le pregunté confundido.

—Eres tan extraño —no era la primera vez que me lo decían.

—¿Eso es malo? —dije secándome las lágrimas intentando sonar borde.

—Para nada, está bien —me despeinó el pelo y continuó riéndose. Ese gesto me gusto, quizás quería que fuera mi amigo.


ElliotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora