Día 44

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La alarma sonaba, pero yo no movía ni un musculo de mi adorada cama.

"Esperaré a que venga mamá enfadada por el molesto sonido y me levante ella."

Eso pensaba. Hasta que me di cuenta de que hoy mi madre no estaba en casa.

"¿Hoy trabaja?"

Maldecí para mis adentros y me acurruqué aún más entre las sabanas.

Si no fuera por los golpes de la puerta me hubiera dormido.

Me levanté cansado y con ganas de matar a la persona que estaba dando esos golpes, aunque supuestamente eran golpes normales de: hay alguien que quiere verte. Pero para mí recién levantado, era como un puto festival de sonido.

—¿Pero que haces? —abrí la puerta y Owen me miraba enfadado y con la boca abierta—, ¿sabes que el fin de semana no ha empezado, verdad?

Mire hacia el cielo pidiendo paciencia. Respira, y relájate...

—Ya lo sé, simplemente hoy no voy a ir —Owen se rió y pasó dentro de mi casa apartándome.

—Sí que vas a ir, hoy hay examen de matemáticas —dijo yendo a la cocina— ¿has desayunado?

—No... ¿y porque hay otra vez examen de mates? El profesor no dijo nada —salió de la cocina con un zumo en la mano y unas tostadas.

—Ayer a los de la otra clase les puso un examen sorpresa muy difícil, así que hoy nos toca a nosotros —me empujó por el pasillo después de haber dejado la comida en la mesa del comedor—, necesito que vengas hoy para ayudarme con el examen.

—¿Qué? —en mi larga vida de estudiante jamás me habían preguntado si les diría las respuestas en mitad de un examen. Jamás. Nunca.

"¿Por qué no puede preguntárselo a otro?"

—Pero Zoe es más lista que yo —me paré con los pies antes de entrar a mi habitación—, que te ayude ella.

—No quiero juntarme con los de clase —lo dijo marcándolo como si fuera obvio.

—¿Desde cuándo?

—Desde que me tratan con pena y como si ya fuera viudo para toda la vida —reí y el aprovechó para empujarme— ahora cámbiate rápido, ya tienes el desayuno hecho.

—Claro que sí, mamá —dije para mí en un susurro con una media sonrisa conteniéndose en mi cara.

Owen se asomó otra vez.

—Pues ya te quiero ver lista, hija —dijo con voz más aguda y poniendo morritos.

"La mañana está siendo entretenida."


—Listo —dije con una tostada en la boca.

—Perfecto, ahora vamos que faltan cinco minutos para que sea la hora.

—¿¡Cinco minutos!? —me comí la tostada entera de golpe— ¡no llegamos seguro, es veinte minutos de aquí al instituto!

Owen río y abrió la puerta.

—No pasa nada —señalo orgulloso una moto de color azul que destacaba entre todos los vehículos aparcados. Estaba nueva.

—Es una suerte que no te la hayan robado —estaba asombrado. Nunca me habían llamado la atención las motos, pero esta me había conquistado.

—Triumph Tiger Explorer, ¿preciosa, verdad? —se subió a la moto y dio unas palmaditas en la parte del asiento que quedaba libre.

—No sé si me gusta ir en moto... —rodó la mirada con un resoplido— es que veras, siempre me han parecido inestables y la idea de subirme en una...

—Sube y calla —me tiró un casco rojo y naranja con unos rayos dibujados a los lados—, si llegamos tarde es por tu culpa.

Me lo puse refunfuñando y me subí con el corazón a cien.

—Yo de ti me agarraría.

—¿Qué...? —arrancó de golpe y yo me agarré a él mientras este se reía.

"¡Va muy rápido!"

Notaba el viento en todo mi cuerpo, no pasó mucho tiempo hasta que me acostumbre a la sensación.

"Me gusta."

Cerré los ojos y me imaginé que no llevaba el casco, que el pelo se peinaba con el viento hacia atrás...

Nos pasamos un semáforo en rojo. Eso me despertó.

—¡Owen! —le grité al oído pero él solo se rio. Después de haber estado un rato en mi mundo, era consciente de que de verdad íbamos demasiado rápido— ¡ves más lento, falta poco para llegar!

—¿No es más divertido así? —vi como su mano obligaba a la moto a acelerar. Mire en frente, íbamos a pasar por los raíles que separaban la zona rica de la zona pobre del pueblo.

Un silbido a lo lejos.

—¡Joder, que viene un puto tren! —nos acercábamos al paso de barreras, estaban cerrando el camino mientras las luces que te decían si pasar o no parpadeaban rojas— ¡Owen para!

Y pasamos. Unos segundos después miré hacia atrás y pasó el tren.

"Podríamos haber muerto..."

—¡Ha sido brutal, de película...! —dijo quitándose el casco con una sonrisa satisfactoria.

—Sí, claro, cuando pones tu vida en peligro es genial —le dije casi cayéndome de la moto.

—Lo siento —su sonrisa no desaparecía.

—Y hemos llegado tarde —cinco minutos para ser exactos.

—Sí... puede ser que cogiera el camino largo —lo miré amenazante. Pero eso solo consiguió que se acercara para quitarme el casco de la cabeza.

—La próxima vez te traeré el casco rosa de mi madre —bufé y caminé para entrar. Su risa de fondo resonó en mi cabeza durante todo el maldito día.


ElliotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora