Gozo

1.9K 232 20
                                    

Veo el auto doblar en la esquina y cuando me giro me encuentro con una silueta perfectamente contorneada por la luz de la entrada principal de mi casa. Está apoyado contra la pared, en cuclillas.

—Mi mamá quiere hacerte una denuncia por acoso ¿Sabías?

Le digo mientras busco las llaves de mi casa. Ray, que parece no haberme visto antes, se para y se acomoda la campera sobre los hombros.

—¿Podemos hablar?

Noto que tomó alcohol, tiene esa sonrisa radiante opacada por sus ojos cristalinos color marrón profundo casi negro. Es cuando toma que la piel morena de su cara se vuelva aterciopelada.

—¿De qué?

Sostengo las llaves en mi mano y me tiro hacia la puerta.

—De nosotros.

—No hay un nosotros, Ray.

Él sonríe con su sonrisa de revista y se acomoda el pelo negro. Después de mirarme de arriba a abajo se pone serio, acomodando su inmensa espalda en un roll de hombros que lo obligan a sacar pecho. Se acomoda la camisa levemente, siempre tira del borde hacia abajo, como un gesto que tiene grabado en la cabeza y no puede dejar de repetir por memoria muscular.

—¿Podés dejar de actuar como una forra de una vez? Hubo un nosotros.

—Te confundiste, solo éramos amigos.

—Nunca fuimos amigos...

Giro la llave en mi puerta principal y la arrimo dispuesta a entrar, pero Ray me sujeta la muñeca.

—¿Qué querés?

—No te puedo sacar de mi cabeza Bernarda, lo sabés.

Me muerdo el labio inferior y tanteo la situación. Mierda, Ray sí que es un chico agraciado, tiene las proporciones justas para que la gente diga que puede ser modelo. Espalda ancha, nariz recta, labios carnosos y ojos almendrados y oscuros. No voy a mentir y decir que no hace que me tiemblen las piernas, tiene ese efecto en todas. Es difícil decirle que no, y él lo tiene completamente claro.

—¿Y cómo querés que te ayude?

—Solo podés ayudarme de una forma. Lo sabés. Sabés que quiero. No. No es lo que quiero. Es lo que necesito.

—¿Qué es esto, Ray?

—No dejo de pensar en vos, Berni. Tené sexo conmigo. Te lo ruego.

La petición me hace reír. Ese es el problema de Ray, tiene carisma. Es de esas personas que saben que lo tienen todo y se abalanzan hacia vos como si te estuvieran haciendo un favor. Así fue al principio, él pensando que me estaba dejando dormir con "Ray, el chico que todas quieren", pero mientras más tiempo pasó en el cual no pudo convencerme de que estar con él era lo mejor que me había pasado en la vida, Ray se empezó a preguntar si yo era lo mejor que le había pasado en su vida.

Siempre fue un juego de egos.

—¿Así conquistas a todas, Ray?

Digo riendo.

—No. Pero ¿Qué más puedo hacer? No puedo hacer nada sin pensar en vos. Desde que me dejaste no hago nada más que pensar en nosotros. Tené sexo conmigo, Berni. Una vez más. Quiero volver a ser normal.

Contemplo su media sonrisa, y me pregunto si una noche con él puede llegar a arreglar mi latente y creciente obsesión con Hüter. Tal vez me ayudaría un poco con todas las desagradables e incontrolables sensaciones, tener uno de los maravillosos orgasmos que Ray puede crear con su esfuerzo y sudor.

CínicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora