Cuidado

1.2K 221 20
                                    

Cuando la policía llega, toman algunos testigos y me hacen miles de preguntas de cómo Ray había llegado a mi casa y cómo se había dado la situación, obviamente evite la parte donde Ian le clavaba un vidrio en la pierna y solo conté que la mesa de mi casa había explotado.

La ambulancia que llegó para llevarse a Ray, fue la que se encargó de coserme los 4 puntos en la pierna y avisarme que voy a tener una hermosa cicatriz para recordar este momento para siempre, además de que me tengo que cambiar las bandas.

Por último, no llamaron a mis papás por ser menor como esperaba, la ventaja de tener 18. Aunque preferí llamarlos porque sé que no hay otra forma de explicar el desastre que creé en mi casa. Dije lo justo y necesario y la policía no fue muy específica por lo que están tranquilos y van a salir a la mañana para encontrarse conmigo al mediodía, sorpresa se van a llevar cuando vean todo el caos y les cuente lo que en realidad pasó.

—¿Qué vas a hacer?

Pregunta Ian cerrando la puerta de entrada que tiene toda la madera levantada del lado exterior a causa de sus patadas.

—Decir la verdad...

Ian se apoya contra la puerta con ambas manos en la espalda y me contempla.

—¿Estás bien?

Pregunta y sé que no se refiere físicamente.

—Tengo que ordenar algo de todo esto porque si no mi mamá va a...

—B. Te pregunté algo.

Me acomodo el pelo y lo veo de costado intentando falsificar una sonrisa.

—Lo sé...

Como a una nena se me forma el puchero involuntario contra el cual no puedo luchar, en cuestión de segundos estoy llorando otra vez. No por lo que pasó, sino por lo que podría haber sido y por lo que fue años atrás.

Ian suelta la puerta y camina despacio extendiendo sus brazos para rodearme con ellos y apoyar su barbilla en mi cabeza mientras dejo que todo el estrés salga de mi cuerpo.

—Shhh, B, está bien.

—...Gracias.

Froto mi cara contra su remera y la empapo toda de una sola pasada. Tomo la tela con ambas manos y cierro los puños, para cuando quiero darme cuenta Ian ya me tiene rodeando sus caderas con mis piernas, teniendo cuidado de evitar mi muslo que parece el doble de hincado y sube las escaleras conmigo encima para dejarme sobre mi cama sentándose a mi lado.

Como él me tapa cuidadosamente con las frazadas y acaricia mi pelo todavía sentado al borde de la cama, un miedo irracional me invade, la historia se repite nuevamente.

—No te vayas.

Ian con ojos cansados y una sonrisa un poco rota me tranquiliza.

—Voy a ordenar el desastre de abajo, voy a volver, lo prometo.

Ian desaparece por el umbral de mi habitación y me quedo en silencio conmigo misma, otra vez.

Obviamente, no conseguí dormir ni relajarme, solo me quedé tapada mirando la puerta esperándolo como cuando tenía diez. Como todas esas noches que me quedaba despierta esperando a que el tigre apareciera por mi ventana, muerta de miedo de que me hiciera algo, pero rogando a que no se fuera para dejarme sola con mis pensamientos... sin él.

Escucho los pasos pesados de Ian por la escalera, los cuales se van haciendo más violentos, pausados y pesados a medida que avanzan hacia mi habitación. Cuando los pasos llegan del otro lado de la puerta, noto que se detienen repentinamente, como si se hubieran arrepentido de subir.

El picaporte baja lentamente y la puerta comienza a abrirse lentamente rechinando lentamente. Una vez abierta no puedo ver quién está del otro lado, solo oscuridad, no diviso ni siquiera mis escaleras en las penumbras.

Solo espero que el tigre atraviese el umbral y me termine de devorar completamente.

—¿Ian?

Pregunto incorporándome en la cama intentando entender qué está pasando.

Escucho un golpe violento de la planta inferior y por la puerta aparece Ray, golpeado, deforme, escupiendo sangre y tambaleándose.

—Lo maté...

Dice con una sonrisa retorcida en la cara mientras camina hacia mí con un trozo de vidrio en la mano. Mi única reacción es taparme hasta el cuello y gritar mientras un Ray monstruoso se abalanza encima mío.

—¡Mierda!

Me sacude tratando de contenerme mientras intento sacármelo de encima con todas mis fuerzas.

—¡Soltame!

—¡Estás soñando!

Cuando me doy cuenta de que no hay ningún Ray escupiendo sangre por la habitación empiezo a tranquilizarme hasta parar por completo el forcejeo. Ian sentado en frente mío me contiene mientras me sostiene de los brazos como si me fuera a caer de la cama.

—Ya.

Dice con los ojos tan abiertos que puedo ver el celeste que rodea sus ojos grises.

Me llevo las manos a la cara para encontrarme con que estoy toda transpirada y temblorosa. Me limpio como puedo una vez que Ian me suelta y sonrió contra la palma de mi mano.

—Estoy bien...

—Pesadilla.

Asiento con la cabeza.

—¿Dónde estabas?

—Te dije que abajo limpiando un poco, ordenando aunque sea.

Me paso la mano por el pelo y la dejo caer entre mis piernas.

—¿Cuánto tiempo pensás ordenar?

Digo en tono algo demandante pero... No quiero que se pase horas abajo. Lo quiero acá.

—B... Me fui hace 20 minutos.

Miro el reloj que está clavado encima de mi espejo de pared para asegurarse de que dice la verdad y tiene razón, no pasaron horas como en mi pesadilla y no veinte minutos, sino quince.

—Perdón, es que estoy... Creo... No sé, perdón.— Mis manos se vuelven temblorosas otra vez y me dejo caer sobre la almohada. —No tenés que quedarte, ni ordenar.

Digo sabiendo que debe ser una mierda tener que bancarse a la llorona, traumada y ahora algo esquizofrénica.

Ian se inclina sobre la cama y empieza a desabrocharse los cordones de los zapatos.

—¿Qué haces?

Pregunto sinceramente.

—No creo que quieras que duerma con zapatos puestos.

CínicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora