Estima

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Lo que me despierta al otro día no es el despertador sino Ian con un café entre las manos mientras se sienta a mi lado y acomoda mi pelo, el cual uso para taparme la cara como cada mañana cuando no quiero que nadie me moleste.

—No sé cómo lo tomás, te lo traje con leche.

Me siento en la cama cubriéndome con las sábanas y de mal humor. No soy muy comunicativa a las primeras horas del día, generalmente es mejor dejarme sola hasta que esté en mis sentidos. Ian no sabe eso todavía, en el hotel siempre dormíamos hasta tarde.

—Me gusta fuerte, pero no importa.

Le saco el café de las manos y le doy un sorbo mirando hacia la pared.

—¿Querés que te lleve al colegio?

—No. Puedo ir sola. 

Digo de mala gana.

—Bueno, son las siete, tenés una hora para cambiarte.

—Ya sé.

Miento, no tengo idea qué hora es. Él sonríe y se acuesta sobre la cama a mis pies, mirándome mientras termino el café y jugando con un hilo de su pantalón. No se cambió, solo se puso un jean negro. Tiene el pelo completamente desarmado y aplastado en un lateral. Observo su torso marcado y cómo se pliega cuando él se encorva para apoyar sus codos en las rodillas. 

—¿Sos de las que sufren las mañanas?— No respondo, solo lo miro con cara seria y pelos revueltos por todos lados, debo ser un espanto hecho y derecho. —¿No te gusta hablar cuando te despertás?

—Dejá de preguntar cosas.

Le digo terminando el café. Él se estira por la cama hasta el estante que cuelga sobre ella y saca un pequeño control remoto.

—Puedo poner música.

Dice prendiendo el equipo de sonido, no reconozco lo que suena pero es una de las bandas que le gusta a él de rock pesado que parten los tímpanos con gritos horribles. Sube el volumen y cierro los ojos.

—¡Ian! Apaga la puta música si no querés que te arranque aro por aro de la cara hasta que quedes hecho un jirón de piel.

—¿Estás enojada?

Le saco el control de la mano y tardo un rato en encontrar el botón de apagado.

—No me tortures.

Él sonríe y se tira sobre mis muslos apoyando la cabeza entre ellos mientras sus brazos descansan sobre la cama rodeando el resto de mi cuerpo. Dejo el café sobre la mesa de luz y me recuesto contra la pared para acariciarle la cabeza.

—¿Vas a volver?

—Unerträglich...

—¿Qué significa eso?

—Que sos insoportable.

Él se levanta con la fuerza de sus brazos y palmea levemente mi cadera.

—Levantate, dale.

Me vuelvo a tirar en la cama cayendo de costado y me cubro con las sábanas y el acolchado.

—No me jodas.

—Qué humor de mierda.

—Dejame.

Vuelvo a dormirme por unos diez minutos más y suena el despertador de mi celular, el cual tengo ganas de estrellarle en la cabeza a Ian. Cuando emerjo de las sábanas él ya está cambiado, con remera y zapatillas, peinado. No sé cómo hace para ser funcional a esta hora.

—¿Querés usar mi baño?

Pregunta tranquilo.

—Sí.

CínicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora