Confianza

1.2K 220 94
                                    

—¡Me dijiste que no tenías un hermano!

Grito, parándome en mi lugar, sobresaltado a todos.

—No lo tengo.

Dice él intentando mantener la compostura.

—Berni... Sé más respetuosa, por favor.

Dice mi mamá, mi papá intenta agarrarme la mano y yo lo esquivo como si él me hubiera traicionado también.

—¡Mi papá sabe y yo no! ¡¿Qué mierda, Ian?!

Mi mamá se cubre la cara con una servilleta de tela cuando me escucha decir lo que son para ella "atrocidades".

—Hay muchas cosas que sabes que tu papá no.

La mirada fría de Ian lo dice todo. Está hablando de eso, está hablando de esa noche. Agarro mi vaso lleno de agua y se lo tiro en la cara por tocar el tema por lo bajo cuando todo este tiempo pretendió no saber.

¡Él sabía! ¡Todo este tiempo! Me siento tan estúpida y ridiculizada.

Rodeo la mesa enojada mientras Ian se escurre el agua de la cara con una mano y me escapo por la puerta principal dejándola abierta. Buscando la privacidad que no tenía en casa. Cuando escucho que se cierra me doy vuelta con ambas manos en el aire.

—¿Cómo vas a hacer esto?

—No sabía que tu papá lo iba a decir tan directamente. No quiero hacer esto después de lo que pasó ayer, B.

Ian se sacude el pelo que tiene mojado y con una expresión exasperada que nunca le había visto antes me intenta tranquilizar mientras extiende la mano.

—¡¿Cómo vas a decir eso en mi mesa?!— Grito en un ataque de nervios, demostrando lo mucho que el tema me afecta y mi incapacidad para abordarlo como una persona normal. —¿Supiste todo este tiempo?

—Sí...

—¡¿Por qué no me dijiste?! ¡¿Por qué...

Mi mamá se asoma por la puerta principal y la mando de vuelta adentro, totalmente histérica, odio que sea tan chusma.

—No supe que eras vos hasta... La primera vez que hablaste en alemán. Para ese entonces era muy tarde.

—¿Qué era tarde, Ian?

Me siento como hablando con un puto demente. Todo este tiempo intenté ocultar todo como una imbécil cuando él bien sabía que yo... Mierda, que yo lo necesitaba.

—¿Sabes lo que me costó acercarme a vos? Averiguar si eras Hüter...

—Lo sé, B. Lo sé.

Ian se mueve enseguida ansioso sobre la vereda y se lleva las manos a las caderas. Su campera se levanta y da un giro de 30 grados antes de volver a enfrentarme.

—¿Te divirtió? Verme hacer el ridículo.

—La primera vez que me dijiste que te había dejado sola y después cuando hablaste en alemán yo puse las piezas...

—Nunca hablamos, lo único que escuchaste de mí fueron gritos... nunca abriste la boca. ¡Yo tampoco!

Digo y mi alma está al borde de quebrarse en pedazos. Ian se frota la cara y por su expresión sé que la mención también le duele a él.

—Siempre te conocí como la hija del alemán, tu papá era amigo del mío. Cuando hablaste en alemán, supe que eras vos. No antes.

—¿Y por qué no me dijiste entonces? ¿Qué mierda, Ian?

Él está a punto de decir algo, pero se arrepiente, cierra la boca y agacha la mirada, su pelo cae sobre sus cejas y hay algo gélido, más frío que nunca, más oscuro.

—No pude decirte porque era tarde.

—¡¿Tarde?! ¿Todo este tiempo? ¿Por eso querías estar conmigo? ¿Por eso querías cuidarme? ¿Por qué soy una ilusa sin remedio? ¿Una víctima patética de lo mismo siempre?

—No, B. No... puede ser que sea algo así, pero...

—¿Sabés lo que sufrí? ¡Mierda! ¿Lo que te esperé?— Mis manos vibran y siento que dejé inmediatamente de hablar con Ian, estoy hablando con el chico que me abandonó tiempo atrás, el que dejó de entrar por mi ventana. —Si sabías de mi papá, donde vivía ¿Por qué no me viniste a buscar?

—¡No podía!

—¡¿Por qué no?!

Me llevo las manos a la cabeza sin poder realmente ordenar la información, lo que me exaspera y por sobre eso tener que lidiar con lo otro, hablar de lo otro, tener que volver lo otro frente a él me vuelve más insertable.

Ian empieza a caminar en su lugar y se muerde la mano, demostrando claramente que está nervioso y tan frenético como yo.

Lo miro asustada.

—¡¿Por qué lo escondiste?!

Solo me dejo llevar por la frustración de no ser capaz de entender qué pasa y la humillación de haber vivido en la ignorancia tanto tiempo.

Ian se planta en frente mío y suspira cerrando los ojos.

—Porque él estaba esa noche.

—¿Quién?

—Mi hermano.

Dice y mi cerebro da una vuelta de 360° en mi cabeza.

Por más de que la idea duele, empiezo a recordar esa noche, me tapo la cara con las manos como si la oscuridad pudiera ayudarme e intento recordar si entre los tres chicos había uno rubio o parecido a Ian y aunque lo intento, no logro recordar las caras de los que estaban mirando.

Las lágrimas no tardan en llegar y me tambaleo en mi lugar. Ian intenta sostenerme, pero terminó con mi regresión y lo empujó para que se aleje de mí mientras me abrazo a mí misma.

—¿Cómo que estaba ahí?

Digo con la voz quebrada y procurando que mis ojos le sigan demostrando lo enojada que estoy con él en este momento.

—Te dije que te iba a lastimar...

—¿Quién me va a lastimar, Ian?

—Aarón, mi hermano.

La garganta de Ian le falla a lo último y noto cómo sus ojos se llenan de lágrimas.

—¿De verdad tenés un hermano?

Le digo calmándome cuando lo veo vulnerable.

—Ya no.

—¿Por qué nunca hablaste de eso?

Él gira la cabeza y mira más allá cuando la primera lágrima cae por su mejilla

—Porque era complicado hablarlo con vos. Es todo muy... complicado. Solo quiero hacerte bien, B.

—¿Por qué, Ian? Decímelo.

Ian se agarra la cabeza con las dos manos y por más de que sé que a él tampoco le gusta hablar de esa noche, lo presiono con mis miles de preguntas. Más lágrimas se escapan por sus mejillas y siento que mi corazón está a punto de salirse de lugar.

—Porque yo no soy Hüter.

Dice y se pone de cuclillas en el suelo mientras sus brazos caen sobre sus rodillas.

CínicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora