Frustración

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Ian no parece tan golpeado como la vez que lo vi pelearse en el granero, pero igual tiene un par de moretones en la cara, sin contar que tiene el labio partido. Él se mete dentro de mi auto una vez que estoy dentro y se sienta en el asiento del acompañante, Jimena da un trotecito y se mete en el asiento de atrás.

—¡¿Qué te pasa?! ¡¿Por qué le pegaste así?!

Ian se cruza de brazos y mira por la ventana sin expresión.

—No necesitas saber.

Saco de la guantera unos pañuelos que tengo y le giro la cara para que me mire, él vuelve a girar la cara y después de un forcejeo estúpido, logro limpiársela e intento pararle la sangre del corte de la boca con un pañuelo, pero no parece funcionar. Su sangre sigue brotando sin parar.

—Tené eso en su lugar hasta que lleguemos al hospital, te van a tener que coser.

Meto la palanca de cambio apretando el embrague a la mitad, el auto rechina con esfuerzo. Maldigo por lo bajo y después de un intento nervioso, consigo meter el cambio para arrancar. Jimena asustada no dice nada e Ian está muy enojado mirando por su ventana por lo que nadie habla hasta que rompo el silencio.

—Decime por qué lo hiciste.

Digo con tono firme. Bajo mi ventanilla y ya me siento una madre estresada cuidando a una hija tonta y a su hijo que se metió en una estúpida pelea en el colegio.

—No necesito puntos.

Dice por lo bajo con los brazos cruzados mirando por la ventanilla, no puedo creer que ahora se le dé por retroceder años mentales.

—¡Callate! Sí los necesitás. ¡Decime por qué le pegaste a Matteo!

Él me mira con la servilleta todavía en la boca y recuesta su tobillo en su rodilla contraria para hundirse más en el asiento.

—¿Me callo o hablo? Decidite.

—No sé ni qué hago llevándote al hospital, tendría que llevar a Matteo y dejar que te desangres en ese bar mugroso.

—Esa mierda no lo merece.

Golpeo el volante y me giro hacia él, lo que hace saltar a Jimena en su lugar.

—¿Por qué? ¿Qué hizo además de hablar conmigo? No me uses como excusa para pelear porque sí.

Veo cómo Jimena se mete cada vez más en su asiento asustada y pego el volantazo para dejarla primero a ella en su casa, no la voy a hacer perder su tiempo mientras cosen al tarado.

—¿Crees que me peleé con él porque estaba hablando con vos? Te confundiste de chico, ese es el otro.

Dice de mala manera.

—Es lo que supongo, ya que no me explicás una mierda.

—¡Ya, ya!— Dice Jimena. —Amor y paz. No empiecen su amor de mala manera.

Canturrea y creo que con Ian ponemos los ojos en blanco a la misma vez.

—Ian, la comunicación es clave en las relaciones.— Jimena se inclina hacia nosotros. —Especialmente, en momentos críticos. Contános. Muero por saber.

Paso por la puerta de la casa de Cora para llegar a lo de Jimena y veo en su casa el auto de Andy estacionado, ni siquiera me pongo a pensar qué hace ahí o cómo consiguió pasar a la casa del reverendo sin que los ángeles se lo lleven o sin que Felix haya intentado exorcizarlo. En la puerta Jimena se baja tambaleándose por el alcohol, ya que Ian se rehúsa a explicarle nada por más de que agote todas sus tácticas de chismosa.

CínicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora