Vulnerabilidad

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Estoy corriendo en la oscuridad, corro por el descampado. Estoy completamente desnuda. Cuando veo mis pies, me doy cuenta de que no tengo color. Nada a mi alrededor tiene color. Estoy en una película en blanco y negro. Cuando me doy cuenta corro más fuerte, intentando escapar de mi propia película. Escucho un rugido a mi espalda y no quiero voltearme, ya conozco el tigre que está persiguiéndome, es solo cuestión de tiempo hasta que me alcance. Corro cortándome los pies hasta llegar a la orilla del mar. El sol está saliendo en el horizonte y cuando mis pies tocan la arena, colapso en el suelo. Me giro para ver al tigre blanco que viene hacia mí a toda velocidad, cuando me alcanza, salta por encima mío y sigue su camino, hundiéndose en el mar. Veo su lomo hundiéndose en el agua y estiro el brazo. Quiero seguirlo, pero no puedo, quiero llamarlo y rogarle que me devore, pero mi voz no funciona. Noto finalmente a mi alrededor cómo tres figuras se acercan lentamente. Escucho el sonido de la hebilla del cinto y finalmente grito.

Me revuelvo en la cama y me aferro a las sábanas frías. No puedo gritar como quisiera porque empiezo a ahogarme con la respiración agitada. O tal vez ya grité, no estoy segura.

—Hey.

Escucho la voz de Hüter. Él entra por la ventana, lentamente, en forma de tigre, con ojos rojos y sedientos. Me contempla por unos largos segundos mientras me quedo en la cama, sin poder moverme, sin poder hablar, sin poder emitir el mínimo sonido. Hüter salta desde su posición y aterriza con sus cuatro patas en la cama, dos a cada lado de mi cuerpo. Su saliva me moja la mejilla, cuando jadea sobre mi rostro.

—B. ¡Despertate!

Abro los ojos. Ian está encima de mí, con sus dos manos en mis hombros.

—Tranquila.— Susurra. — ¿Estás bien?

Me muevo frenéticamente para sacarlo lo más rápido que puedo, me pego al respaldo de la cama y me abrazo las rodillas. Siento el corazón en mi garganta.

—¿Dónde estabas?

Le pregunto alterada, corriéndome el pelo de la cara y pasando las manos sobre la cama como buscando algo, no sé qué exactamente.

—En el balcón, fumando.

Confundido señala con el pulgar a sus espaldas.

Cuando toco la dureza de mi celular entre las sábanas me doy cuenta de que eso estaba buscando, meto la mano para sacar el aparato y me encuentro agitada revisando las llamadas. Ian solo me mira sin saber qué hacer. Veo que tengo nueve llamadas perdidas de Ray, después de todo desde que llegamos no estaba prestando atención al celular y sabiendo que me iba a llamar, lo dejé en silencio.

—¿Querés agua?

Pregunta Ian parándose y abriendo el pequeño frigobar de la habitación debajo del escritorio de madera.

—Por favor.

Mientras tanto, reviso mis mensajes y no encuentro ninguno de Ray, solo algunos de Jimena preguntándome cómo está todo. Seguramente encontró algo que no entiende de sus apuntes y tiene la esperanza de que llegue antes del lunes para ayudarla a estudiarlos. Mis dedos marcan el teléfono que sé de memoria y mientras suena el tono Ian me alcanza el vaso de agua, el líquido se desliza frío por mi garganta y me despierta de golpe.

¿Dónde mierda estás?

La voz acaramelada que se crispa cuando Ray está enojado suena del otro lado de la línea. No sé por qué hago esto, todavía no comprendo qué es lo que me lleva a buscar a Ray cada vez que no puedo procesar algo en mi vida. Nuestras peleas se volvieron la distracción que necesito y me dejan adormecida para pensar en algo más. No como con Ian, que me lleva sin darse cuenta a enfrentarme con el lado de mi ser que más detesto.

CínicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora