Caos

1.6K 218 68
                                    

—¿Por qué la traés?

Le pregunta Teo a Ian, concentrado en llegar lo más rápido posible al granero viejo que queda a las afueras del pueblo. Está abandonado y todo el mundo lo usa como telo casual, pero cuando llegamos hay varios autos y motos estacionados alrededor del lugar de madera podrida y césped viejo.

—Porque ella quiso venir.

Responde nuevamente Ian como una obviedad.

Teo se acomoda y recuesta su muñeca sobre el volante, veo su cara de nene loquito de perfil y me giro para enfrentarlo porque sé que él sí tiene algo para decirme.

—Bueno, el tema es así: dejá tus zapatos en el auto, no te van a servir para correr. Entrás con nosotros, no te separes de mí así no te perdés a lo último, pero si te llegas a perder y no llegás al auto cuando nosotros lleguemos, te dejamos atrás. La pelea no dura mucho, así que estate lista para cuando termine.

—No la vamos a dejar atrás. La perdés y te mato Teo.

Dictamina Ian, Teo por su parte hace un sonido gutural de frustración.

—¿Cuándo termina?

Pregunto imaginándome a un referí e insegura de por qué tengo que correr después.

—Cuando llega la policía.

Completa Ian. Teo estaciona el auto de manera estratégica y pone su mano en el respaldo de mi asiento. Es así que me doy cuenta de que todos los autos están puestos de forma que puedan salir hacia la calle sin dificultad y las patentes están cubiertas con cartulinas negras o tienen modificados los números con cinta. La gente del pueblo está muy aburrida si hace estas cosas a modo de diversión.

Le hago caso a Teo y dejo los zapatos en el auto al igual que mi cartera.

—¿Todos pelean?

—No, esta noche pelea solo Ian, es una pelea por noche o dos máximo... hay veces que me toca a mí. Hoy vamos a ver a la estrella de la noche perder los dientes.

Veo a Ian que ya empieza a transformarse de a poco en ansioso y saca de la guantera un pedazo de cartón para su patente, mientras me quedo afuera del auto con Teo.

—Pego esto, ustedes llevan la tele.

Teo se lleva el televisor debajo del brazo y caminamos hacia el granero que está iluminado por un enorme reflector que causa que las sombras de los presentes se proyecten en una de las paredes de forma tétrica. Tengo que intentar esquivar las piedras, ya que mis pies siguen maltratados por la corrida de la noche anterior.

—¿Y Andy?

Pregunto entrando al cúmulo de gente que empieza a revolverse cuando ven entrar a estrellita azul.

—Andy no pelea nunca.

—¿Por qué no?

Levanto la voz para que se escuche por encima de los demás gritos.

—Porque no quiere, no le gusta el dolor.

Dice Ian que nos alcanza con un trote.

—¿Y a vos sí?

Me acuerdo de un Hüter de aproximadamente quince años cargándose a tres chicos en mi habitación, lleno de sangre.

Él como respuesta alza una ceja. La gente empieza a formar una ronda. De la parte de atrás tres chicas se hacen paso y reconozco a Sabrina, Katia y Rocío que sonríen cuando ven a sus amigos.

—¿Y Andy?

Pregunta la rubia y Teo contesta malhumorado.

—Con la virgen.

CínicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora