Miedo 3

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Habían pasado varias noches desde que Hüter comenzó a visitarme, no sé exactamente cuál fue el punto de quiebre que separó mi miedo de que entrara a mis ganas de que lo hiciera. Sin darme cuenta ya estaba esperándolo todas las noches y los días que no aparecía me iba a dormir decepcionada. Él me ayudó a vaciar mi cabeza de preocupaciones y rellenarla solo con pensamientos de él.

Era una noche que hacía frío, yo no entendía por qué él llevaba solo shorts y remera, me di cuenta qué la estaba pasando mal cuando tiritó. Fue la primera vez que yo hice un acercamiento, posé mi mano sobre su espalda y lo acaricié levemente. Se notaba que no estaba acostumbrado a las caricias, se puso incómodo cuando lo hice, eso le dio la confianza suficiente para moverse hacia mí, antes tan solo se quedaba sentado en la punta de la cama. Esa vez se sacó los zapatos y tratándolo como algo normal, separó las sábanas de mi cama y se metió dentro, casi como si se lo hubiera pedido. Automáticamente, me pegué a la pared mientras él me contemplaba, en su cara lo veía todo, me veía a mí misma reflejada y eso volvió a llamar a mi llanto mudo de ojos secos.

No me tocó, no me consoló y como era común, no me habló, ya había llegado a la conclusión en mi cabeza de que era mudo, así como lo había nombrado Hüter para tener una forma de pensar en él porque sentía que "el chico de la ventana" era muy largo. Hüter parecía quedar perfectamente bien.

Durante un mes dormimos juntos y separados a la vez, él se metía en mi cama para verme llorar y yo me pegaba a la pared para mantenerlo lejos de mí. Sinceramente, todavía reinaba el miedo de que él se enojara por algo o que porque sí y empezara a romper cosas o pegarme, o peor, me hiciera algo parecido a lo que habían hecho esos chicos, después de todo, nunca entendí el porqué. Yo no les había hecho nada, no era mala, la profesora decía que era la chica más buena y dulce del aula, solo había visto al hermano de Flo dos veces cuando había ido a dormir a su casa y solo porque él volvía solo de noche a comer, no creía haberle hecho nunca nada malo.

¿Cómo sabía que era malo lo que me hicieron? Porque lloraba para que pararan y a nadie parecía importarle, es más, el hermano de Flo aceleraba con cada súplica haciéndome doler cada vez más.

Una de esas frías noches Hüter se acomodó como siempre en mi cama y le compartí un poco de almohada. Mis llantos nunca cesaban, no había forma de contenerlo cuando él estaba cerca y entendí esa noche, en su mirada, que él quería entender por qué después de tanto tiempo seguía llorando como la primera vez aunque nunca lo preguntó, por lo menos no en voz alta.

Intenté quitarme la sensación, frotando la cara contra la almohada, qué horriblemente patética debe haber sido esa imagen, porque la cara de Hüter fue una de las peores que vi en mi vida y digo eso de la cara de un chico de aproximadamente 16 años.

—No lloro por vos.— Le empecé a dar explicaciones, él frunció el ceño y arrugó levemente la nariz cuando escuchó mi voz por primera vez. Sin contar los gritos. —Únicamente quiero saber si voy a tener un bebé.

Dije desde la ignorancia. Lo supe después, cuando me indispuse por primera vez y mi mamá me habló de que era imposible para mí quedar embarazada antes de eso. Pero ya había escuchado a mi hermana hablar sobre la foto del hombre desnudo que tenía en su diario con sus amigas y de cómo se hacían los bebés.

Hüter, sorprendido, estiró la mano y me tocó por primera vez solo para acercar mi cabeza a su pecho y rodeo mi cuerpo con sus brazos. Quise apartarme, quise quitarlo de encima asustada, él no me dejó, me contuvo entre sus brazos hasta que el pánico se dispersó y mis nervios se quebraron por completo, demasiado tiempo de estrés rompen a una persona a la mitad.

Me relajé en sus brazos y me dejé abrazar, esa noche hubiera podido hacer lo que quisiera conmigo y creo que me hubiera dejado porque estaba cansada y rendida. Quería que alguien se encargara de mis problemas por mí y la única persona que estaba para eso era él, Hüter, el chico sin nombre y sin voz.

Creo que lo escuche murmurar un "no" pegando sus labios contra mi frente, pero no sé si fue un sonido externo, su voz o mi imaginación. También está la posibilidad de que mi mente reprodujo el "no" para dejarme tranquila. Ese día me dije que esa había sido su respuesta y no volví a pensar en eso nunca más.

No fue la última vez que dormimos abrazados, a esa noche le siguieron cinco meses en los que Hüter se encargaba de visitarme casi todas las noches para meterse en mi cama a cuidarme. Yo ya lo esperaba con brazos abiertos y lloraba cuando no venía a verme.

La peor parte siempre era cuando salía el sol y él se escabullía para ir a vivir esa vida que yo desconocía. Ya había cumplido los once años, algo que él nunca supo.

Me encantaba dormir sobre su pecho, la seguridad de sus brazos, con su aliento cálido pegando en mi nuca y sus yemas acariciando a veces mi hombro. Hüter se había convertido en mi hermano mayor, o más todavía, en mi protector, en un dios, un calmante, tanto así que había veces que me tenía que convencer a mí misma de que era real, de que el chico de colores lavados existía y no era producto de mi imaginación, sobre todo desde la noche en la que dejó de venir.

A esa noche la siguieron otras igual de frías, dolorosas y vacías.

Necesitaba mi somnífero, solo con él podía dormir sin pesadillas, pero ya no estaba más, no había rastros de él y supe después de un tiempo que no iba a volver, que no era de esas veces en la que no conseguía llegar a mí. Tal vez se había mudado, no lo vi más dando vueltas en el baldío, pero él sabía dónde vivía ¿Por qué no vino a despedirse? ¿Por qué no vino una noche después a decirme que estaba lejos? ¿Por qué me dejó sola de un día para el otro?

La realidad es que nadie quiere pasar el tiempo con una chica rota, débil, patética, manejable, indefensa que no deja de llorar y él no tenía ninguna obligación conmigo tampoco, supuse simplemente que se había cansado de mí.

La noche que supe que no iba a volver, también supe que yo no tenía que volver a ser la misma, desde ese día el cambio iba a ser mi aliado e iba a dejar todo lo doloroso atrás. Lamentablemente, no pude dejar atrás las pesadillas, así como no pude dejar atrás la ilusión de que Hüter algún día iba a volver por mí.

Años después lo vi entrar en ese café.

CínicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora