Desilusión II

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Gabriel es rápido con las manos y durante la noche anterior escurre sus dedos por mi bombacha y ya lo siento dentro haciendo su magia.

No es su mano ni sus besos en mi cuello lo que me calientan automáticamente, sino la incertidumbre de saber si Ian sigue del otro lado de la línea esperando mi respuesta. Con la esperanza de que esté del otro lado del teléfono escuchando que gimo, lo que llama la atención de Gabriel, ya que no soy de hacer espamentos, ya se dio cuenta ayer.

Es la idea de que tal vez pueda hacerle sentir celos a Ian lo que me lleva a buscar su boca y acelerar las cosas, mi brusquedad y mis gemidos alertan a mi compañero de cama quien empieza a bajar mi bombacha brutalmente. Hago lo que puedo para sacudirla del resto de mis piernas con mis muslos y me encargo de sacarle los boxers con las manos aunque es difícil con su brazo dirigiéndose a mis piernas.

Gabriel podrá ser muy dulce, pero es bastante activo cuando se trata de cogerse a alguien. Me da vuelta como una almohada y se recuesta sobre mi espalda mientras roza mi cuello con su lengua a la vez que alcanza los forros de la mesa de luz.

—Pensé que ibas a sentirte culpable, o que yo me iba a sentir culpable, pero parece que la idea te calienta.

Sonríe mientras se arrodilla sobre mí para ponerse el forro a la vez que clava los ojos en mi culo sin poco disimulo.

—¿Qué cosa?

—Tu novio, mi novia.

—A mi novio no le importa a quién me coja.

Digo fuerte y claro. Intento tantear con mis ojos el celular sin ser obvia, pero el borde del colchón me tapa la pantalla.

—¿No le importa que yo te la meta?

Dice juguetón mientras se hace paso dentro de mí lentamente.

—No, para nada.

Mi voz tiembla y vuelvo a gemir sintiéndolo profundo.

—Podría tenerte en casa todo el día.

Gabriel mete dos dedos en mi boca mientras se sostiene por encima de mí con su mano libre y mece sus caderas lentamente sobre mi culo. Como mi boca está ocupada no puedo seguir hablando, pero logro con esfuerzo pronunciar mi última frase.

—No te calles.

Normalmente, le pediría a un hombre que cierre la boca y me coja, pero este no es el caso.

—¿Te gusta así? Parecés mala, pero en realidad sos bastante dócil.

Un empujón fuerte y me quedo sin respiración.

—Tal vez necesitas que te pongan un par de límites ¿No?

Vuelve a embestirme secamente y esta vez mi gemido es genuino, potenciado por la idea de que Ian está escuchando todo del otro lado de la línea.

Gabriel retira sus dedos de mi boca y acomoda mi cadera, con las rodillas flexionadas y la cara contra la almohada. Mi culo en el aire es blanco fácil para la primera nalgada, la cual acompaño con un gritito, a la segunda ya Gabriel empieza a perder la cabeza y a arremeterse contra mí con más velocidad mientras sigue cacheteándome y como yo no lo paro y respondo con gemidos él aumenta la fuerza.

—Una chica como vos tiene que aprender a portarse bien.

Mientras mayores son las palmadas, mayores las embestidas y sospecho que no voy a poder sentarme más tarde, pero estoy muy caliente como para que me importe, me siento empapada como nunca antes y voy perdiendo la cabeza con cada segundo, siendo consciente de lo mucho que logra ponerme Ian incluso a la distancia, incluso siendo solo una idea.

Gabriel deja de golpearme y me sujeta el culo con ambas manos, una para cada cachete, y con ella hace fuerza para que mi cadera se mueva al contrario de la suya. Siento que estoy a punto de desarmarme o de partirme en dos, pero no puedo parar, muerdo la almohada y mis gritos llegan a cubrir cada segundo de silencio hasta que no puedo más y exploto en un orgasmo que me lleva hasta el celular en el piso y de vuelta.

Mis piernas tiemblan, pero Gabriel no me deja separarme de él, me sujeta firme de los muslos y se presiona contra mi espalda mientras acaba con un sonido gutural que me deja más que contenta.

Al segundo siguiente los dos nos sacudimos y nos desplomamos en la cama.

—Voy a tirar esto al baño. ¿Querés agua?

Ofrece él volviendo a su carita de tierno inocente.

—Sí por favor.

Veo a Gabriel caminar con el forro puesto hasta el baño y cuando cierra la puerta me inclino sobre el borde. El celular está boca abajo, pienso que posiblemente la llamada se perdió hace rato mientras me estiro para alcanzarlo.

Cuando le doy vuelta en mi mano, el nombre de Ian brilla en la pantalla con el contador siguiendo los 24 minutos de llamada.

—¿Te hiciste una paja?

Pregunto llevándome el celular al oído y acomodándome mejor en las sábanas.

B...

Escucho el suspiro de Ian y después solo escucho el tono vacío indicándome que ya no está del otro lado. Gabriel sale del baño con una sonrisa y en bóxers se dirige hasta la cocina de su pequeño dúplex.

—Tomá, pensé que tal vez preferías esto.

Dice cuando vuelve con dos cervezas en lata y estiro la mano para recibir la mía que está helada y transpirada de frío.

—Sos bueno leyéndome.

Abrimos las cervezas a la vez y brindamos sentados en el colchón sin saber ya de qué hablar o qué decir. Los dos estamos supuestamente en una relación con otras personas, es estúpido intentar entablar algún tipo de lazo, ya que nos quedó claro que esto es solo una cosa de una vez.

Vuelvo a mirar mi celular con esperanzas de que las vibraciones sean de algún mensaje de Ian, pero en lugar de eso me encuentro con un millón de llamadas perdidas.

Justo después de haber atendido la llamada de Ian, Félix, Esteban y Jimena me empezaron a llamar desaforadamente. 20 llamadas en total. Intento descifrar en mi cabeza qué está pasando. Seguramente tiene que ver con Cora pero...

El celular vibra con Jimena del otro lado y le hago una seña a Gabriel para que mantenga la boca cerrada mientras salgo de la cama desnuda y me acerco a la ventana donde apoyo mi cerveza en la bisagra.

—No me digas... Cora sigue en lo de Andy.

Le digo en un suspiro.

El papá de Cora me llamó mil veces... no volvió a la casa, me llamó a mí y a Esteban... él ya sabe que está ahí. ¡No sé qué hacer!

Nada.— Respondo la vez que veo pasar el auto de Esteban por la calle principal. —Ya no podés hacer nada.

CínicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora