Aprobación

1.5K 220 25
                                    

La excitación se empieza a revolver con ansiedad y nervios, generalmente tendría algo inteligente para responder en esta situación, pero no puedo decir nada, solo hundo mi cara en la almohada e intento tranquilizarme. Ian se acuesta a mi lado a lo largo de la cama y se lleva el brazo a los ojos. Suspira como frustrado. 

 —¿Estás bien?

 —Sí. Mejor que nunca. 

Él extiende los brazos y yo camino por la cama con las manos hasta llegar a su pecho, recuesto la cabeza sobre su hombro y él sin descaro corre los mechones de pelo que caen sobre mis tetas. Sonrie viéndolas. 

 —Te dije, las mejores que vi en mi vida.

Su mano se posa en mi clavícula y empieza a rozarme con los dedos suavemente como si fuera que soy realmente una princesa que merece ser tratada con delicadeza. Me gusta eso de Ian. Me gusta cómo me veo en sus ojos ahora. No quiero decepcionarlo. Quiero seguir aferrándome a esta versión que tiene de mí. 

—Ahora sí pareces de tu edad.

—¿Te preocupa llevarme seis años?

—No me podría importar menos tu edad. 

Antes de que termine me inclino sobre su boca, intentando olvidarme de Rocío, mis labios se pegan a los suyos y con el cuerpo cansado intento seguir su ritmo. La boca de Ian se abre y empieza a recorrer mis labios con los suyos. La mano que estaba sobre mi clavícula baja levemente y se encuentra con una de mis tetas, él la recorre con cuidado hasta llegar a mi pezón con delicadeza. Midiéndome, termina posando su palma completa. 

 —Mierda.— Susurra después de morder mis labios. —Dejame. 

Se reincorpora sobre la cama solo para dejarme sobre mi espalda y empezar a besar mi mejilla para llegar a mi cuello y besarme en la zona. Su cuerpo se pega al mío, puedo sentir su erección contra mi muslo y tengo que cerrar los ojos para no atragantarme con imágenes que no quiero ni cerca en este momento. 

La mano de Ian viaja desde mi pecho hasta mi cintura y baja por mi cadera hasta llegar a mi culo. Me agarra con fuerza y me pega más contra su cuerpo y me sorprende de que eso sea posible. Un gemido abandona mi boca sin cuidado. Él vuelve a mi boca y empieza a devorarme a besos. 

—No voy a hacer nada.

Me jura mientras se hunde en mi pelo, oliendo con fuerza como si tuviera ganas de consumirme completa y con la frustración de no poder hacerlo. 

—Seguí. 

Le pido y sus manos empiezan a viajar por mi cuerpo, toscas, pesadas y lastimadas. Siento cómo su lengua acaricia la mía con cuidado y cada vez que se detiene a tomar aire lo hace después de morder mis labios frustrado. 

Ian se acomoda entre mis piernas y siento toda su potencia contra mi cuerpo, estoy empezando a hiperventilar. Miro el techo y cierro los ojos, quiero darle más que “todo lo que puedo”, me gustaría darle “todo lo que quiero”. Me admito a mí misma que me gustaría que Rocío no apareciera más por esta cama.

—No quería hacer esto. Mierda.

Me confiesa y dejo que siga. Empieza a lamerme la mejilla como si yo fuera un caramelo y deja lamidas por mi cuello, mi clavícula hasta llegar a mi pecho y lamer suavemente un pezón. 

—Te quiero hacer tantas cosas. 

Me informa mientras sigue bajando por mi estómago, lamiendo cada rincón de mi piel, marcándome a fuego a su paso. Cuando llega a mi ropa interior la evita y sigue por mis piernas hasta mis pies. Se lleva un pulgar a su boca y lo muerde levemente, no me quedan dudas de que eso es algo que lo excita más de lo que debería. Se lleva la mano a su erección por encima de su bóxer y se acaricia levemente.

—Podés intentar. 

Le digo con miedo. Con miedo a saber cuál va a ser mi reacción. Sus ojos grises viajan hacia los míos y lo medita un poco. Vuelve a mi boca y lame mis labios, acomodándose nuevamente entre mis piernas. 

—No. Está bien. Esto es suficiente. 

Mierda, sé que no lo es. No lo es para mí. 

Cuando su erección se pega a mi entrepierna gimo y me muevo contra él, si sigue así no sé cómo va a terminar todo, probablemente terriblemente mal.

—Solo dejame un poco más. 

Me besa y me aferro a su pelo mientras me besa y me toca con sus manos por todo el cuerpo, él no se mueve contra mi cuerpo, no se permite hacerlo, pero la presión que ejerce contra mis caderas me dan a entender lo mucho que necesita todo esto. Como si fuera una válvula que tiene que controlar de a poco. Liberando presión con cada rugido de frustración que emite contra mi piel. 

—Dije que no quería cagarla con mi calentura y acá estoy, siendo una jodida mierda.

Ian me gira para pasar la nariz por lo largo de mi espalda hasta llegar a mi cuello y morderme levemente. Siento cómo se pega contra mi culo y lo manosea con una mano. La temperatura está por los cielos en su habitación. No se escucha nada más que el sonido que los besos de Ian dejan por mi cuerpo. Me toma de la cintura con ambas manos como si estuviera midiendo su circunferencia y descansa su erección contra mi culo. Ian gruñe contra mi nuca y vuelve a respirar profundo.

No sé cuánto tiempo pasa así, besándome, lamiéndome, mordiéndome levemente mientras presiona su cuerpo contra el mío, buscando una profundidad imposible de conciliar. 

CínicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora