Plenitud

1.5K 236 40
                                    

Ian sale del cambiador con un conjunto ridículo, unos pantalones ajustados de corderoy beige, una camisa de jean con bordados en el pecho y una campera marrón de flecos, es un cowboy hecho y derecho.

—Estás genial.

Le paso un pañuelo rojo por el cuello y lo dejo mirarse al espejo.

—¿Vamos a un rodeo y no me enteré?

Me río contra el espejo mientras él se mira inexpresivo. Es su cara de nada lo que hace todo más gracioso. Lo vuelvo a meter en el cambiador de ropa mientras la vendedora nos mira como si estuviéramos locos y le paso otro conjunto, de shorts, camisa floreada y sandalias. Él no se queja, tampoco muestra signos de desagrado o diversión, solo entra con los conjuntos, se los prueba y sale del cambiador para que yo me ría. A Ian no le preocupan las cosas superfluas que a la mayoría de los hombres podría irritarlos. Muchas veces me pregunto si es solo un maniquí sin emociones.

—¿Cuál de todos te gusta más?

Le pregunto divertida.

—Ninguno. Si fueran míos, los estaría prendiendo fuego.

—Uno va a ser tuyo. Yo creo que tenés que elegir el segundo.

El segundo atuendo consiste en unos jeans apretados celestes con una remera hippie de colores y unas botas amarillas.

—Es un desperdicio. No lo voy a usar nunca.

—Lo tenés que usar hoy.

Le informo.

—Lo uso si me dejás elegir lo que vas a usar.

Se gira en su ridícula camisa floreada con el segundo atuendo en la mano. Completamente dispuesto a salir a la calle con él.

—Está bien.

Me consuela que sea diseñador de moda. Después de revolver un poco en el local. Se voltea con algo contra el cuerpo.

—Cerrá los ojos.

Revoleando los ojos primero, le hago caso.

—¿Esto?

Me meto en un cambiador y me paso por el cuerpo un vestido también onda hippie de los 70's con flecos de color naranja. Ian le pide a la vendedora unas botas altas de charol blanco y pasa la mano por la puerta para alcanzármelas. El vestido me queda entallado pero se abre en mis caderas, las botas son la perfecta combinación.

—Si te ponés eso estamos en la misma época.

Él sonríe cuando me ve salir detrás de la cortina con mi estúpido disfraz y se mete a su cambiador para salir con su segundo atuendo ridículo.

—¿Podemos llevarlo puesto?

La vendedora sonríe y nos señala la caja de donde saca una bolsa para que guardemos nuestra ropa vieja y una tijera para que cortemos las etiquetas y pasarlas para que pueda cobrarnos.

—¿Algo más?

Yo señalo la mesa de vidrio que contiene grandes cantidades de lentes e Ian extiende sus brazos a lo largo del escritorio de la caja y saca de la exhibición unos anteojos amarillos estilo aviador.

—Combinan con tus botas.

—Eso también.

Ian señala un par de aros cuadrados de color blanco. Saca de su bolsillo un fajo de billetes del sobre y cuenta para dejar la cantidad necesaria sobre la mesa mientras le deslizo los lentes por la cara.

—Nunca estuviste tan cubierto de amor y paz.

Él vuelve a meter la mano por la mesa sin permiso de la vendedora y desliza por mi cara unos enormes anteojos naranja que combinan con mi vestido retro, cuando deja los anteojos en su lugar sobre mis orejas, se agacha para dejar un leve beso sobre mi frente mientras me sujeta de la cintura con una mano y con la otra saca de su bolsillo trasero otro billete para dejarlo también en la mesa.

CínicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora