Inseguridad

1.5K 223 39
                                    

Bajo la ventanilla del auto y me prendo un cigarrillo. Aprieto el volante con ambas manos y el cigarro que cuelga de mi boca se me escapa levemente, Ian lo acomoda mejor sobre mis labios. Cuando lo atrapo con los dedos, lo apago en mi cenicero.

—Gracias.

Susurro. Ian se queda contemplando la ventanilla.

—¿Querés que maneje?

Me sorprende, porque después de saber de su accidente, después de entender por qué no quiso acelerar el auto ese día, no creí que iba a ofrecerse nunca a hacerlo.

—No. Sé que lo odias.

Él se acomoda los ridículos anteojos hippies que le quedan increíble con su campera de jean gastada y sus anillos dorados; y sube el volumen de la radio.

—¿Cuánto falta?

Pregunto cuando noto que estoy yendo sin sus indicaciones, solo por inercia. El camino es siempre igual y hace un par de minutos que no extiende la mano para indicarme que doble en ningún lugar.

—Un par de kilómetros. ¿Qué querés hacer cuando lleguemos?

Miro las miles de bolsas de compras que tenemos en el asiento trasero del auto. Debería ir a mi casa a dejar todo. Tal vez dejar a Ian en su casa después. Mejor dejar a Ian en su casa y después dejar mis bolsas. No sé si es buena idea que Ian se cruce con mi mamá. No todavía al menos, cuando sigo caminando en arena movediza alrededor suyo.

—¿Vas a ver a Rocío?

Pregunto lo obvio, supongo que mi nuevo chico bonito va a querer descargar emociones.

—Seguramente.

Responde mientras pela el envoltorio de un chicle con las dos muñecas sobre su rodilla. Se me hace gracioso verlo en mi auto, todavía no sé por qué, tal vez porque nunca imaginé que iba a pasar. Es tan grande que apenas entra en mi asiento, es tan largo que tiene que recoger sus rodillas para que no se choquen contra la guantera del acompañante.

Por más que la mención de Rocío debería revolverme el estómago, no lo hace. Esto no es una demostración de amor, ni es algo que nos ata a no estar con otras personas. Me pregunto si Ian podrá realmente sentir algo de amor. Esto es algo que solo nosotros entendemos, pero ese hecho me deja con un sentimiento aún más sólido que el que creo que tendría con una pareja normal. Por lo menos hay honestidad.

—¿Podés dejarme en lo de Ray? Podés llevarte mi auto. Tenés prohibido coger acá adentro igual.

Se lleva el chicle a la boca, lo muerde con los dientes y me da la mitad a mí, que lo recibo separando los labios.

—¿A Ray? Me tenés a mí ahora.

Ian ladea la cabeza mientras empieza a leer los papeles del auto, para pasar el tiempo.

—Dejá a Rocío entonces.— Ian se ríe. —Tengo necesidades.

—Buscá a alguien más para eso. Alguien que te haga bien.

Deja los papeles del auto en la guantera y empieza a buscar algo en su billetera. Encuentra un pequeño dejo de porro el cual se lleva a la boca y prende con dificultad, intentando no quemarse la nariz.

—¿Rocío te hace bien?

Gira la cabeza y se baja los anteojos.

—¿Cómo puedo hacer para que dejes ese mal vicio?

—Tal vez si dejás de fumar, yo dejo a Ray.

—¿Porro?

Pregunta tomando el que tiene en la boca y levantándolo en el aire.

CínicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora