Confusión

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—Despertate, me estás matando.

Dice moviéndome del hombro.

Levanto la cabeza para encontrarme con su cara a centímetros, no sé en qué momento de la noche me quedé dormida sobre él, parece que llevo horas en la misma posición. Termino cayendo en la cama boca arriba sobre el colchón.

—¿Qué hora es?

Pregunto viendo a la ventana que Ian cubrió con cortinas la noche anterior e intento medir la intensidad del haz de luz que se filtra por los laterales.

—Seguro tarde, dormís un montón.

Ian se estira y deja la mano sobre mi muslo, que sigue sobre su cadera, para empezar a acariciarme a lo largo de la pierna en un acto reflejo.

—Solo duermo bien cuando estoy con vos.

—Nunca, nunca voy a entender lo que pasa en tu cabeza.

—Espero que no...

Me levanto de una sola vez e intento pasar por encima de Ian para bajar del colchón, no sé por qué hago algo tan estúpido como intentar saltarlo, debe ser por la vagancia mental que me agarra a la mañana y bajar de mi lado para rodear la inmensa cama no es una opción. Tropiezo, Ian me sujeta de la cadera y sonríe acomodándome sobre su falda.

—Podría acostumbrarme a despertarme con vos todos los días.

Me rasco el codo con cuidado y miro hacia la ventana.

—No sé si sería una buena idea... para mí.

—¿Te sentís atrapada en un ciclo? ¿Conmigo?

—¿A qué te referís?

Pregunto cayendo en otro ángulo agudo de sus conversaciones.

—Reviviendo las mismas cosas una y otra vez, sin poder avanzar.— Le pegó en el clavo, pero no sé qué responder, solo asiento con la cabeza. —Como si todavía estuvieras viviendo ese momento, aunque haya pasado mucho tiempo.

—¿Qué momento?

—El que te volvió así.

—Um...

—¿Ray es la distracción?

—Algunas veces.

Intento moverme, pero Ian vuelve a detenerme y mi pelo espeso se sacude sobre su cara.

—Estás caliente.— Le informo cuando lo siento debajo de mi entrepierna. —¿Hablar de esto te excita?

—Obvio que estoy caliente. No tiene nada que ver con el tema de conversación. Recién me levanto.

—¿Y?

—Sabés que a la mañana...

Me siento sobre sus muslos y lo miro confundida, de verdad no sé a qué se refiere.

—¿A la mañana qué?

—Que a la mañana te levantas así, si tenés verga.

—¿Siempre?

Él se acomoda mejor en la cama y me mira sorprendido.

—No siempre, pero definitivamente si estuviste durmiendo toda la noche con una chica que está increíblemente buena. ¿No sabés algo tan básico como eso?

Me rasco detrás de la cabeza y peino mi pelo para que caiga por delante de los mis hombros.

—No sé, nunca me quedo para descubrir cómo amanecen.

—¿Soy el primer hombre con el que dormís?

Veo en su cara una sorpresa divertida, como si de repente tuviera algo interesante o fuera salida de Marte.

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