Entusiasmo

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Una vez en el hotel la gente nos ve entrar con ojos desorbitados, primero por nuestra pinta de hippies, segundo por la cantidad de bolsas que llevamos encima y tercero porque la cara de muerte que pone Ian cuando está "en sociedad" es difícil de ignorar. Caminando por el hall nos encontramos a nuestro amiguito Nico, de siete años, que nos saluda efusivamente con ambas manos. Ian es el encargado de devolverle el saludo levantando una mano.

—Te llevás mejor con ese chico que con todo el mundo en general.

—Con vos me llevo bien.

—¿Por qué no sos así? ¿Te molesta interactuar?

—Te dije que no desperdicio el tiempo con cualquiera y soy como me sale en el momento, no lo hago a propósito.

Cuando la madre de Nico ve que nos saluda, tira de su mano para dejarlo quieto junto a ella.

—Nos odia.

—Definitivamente.

Digo mientras nos dirigimos al ascensor.

—¿Segura que no querés cenar en el restaurante?

—Sí.

—¿Por qué no querés ir? Estamos a tiempo de buscar algo en el shopping de atrás que no venga de una máquina del tiempo y cenar como personas normales.

—No quiero... no sé. ¿De qué vamos a hablar?

—¿De nuestros sentimientos?

Bromea por mi antigua pregunta y le golpeo las costillas con el codo.

—¿Te molesta que me ponga algo corto para salir a cenar?

Pregunto completamente habituada a los reclamos y los celos efusivos de Ray. No sé si lo estoy midiendo, tal vez sí. Definitivamente sí.

—Ponete lo que quieras princesa, sé pelear.

Dice con una media sonrisa burlona mientras se lleva uno de sus argollas a los dientes, la presiona con fuerza y sus ojos me escanean de arriba a abajo con esa poca vergüenza que siempre lleva encima. No se detiene, solo se cruza de brazos y disfruta de mi incomodidad. Ian me pone tímida en esos momentos y ni siquiera sé cómo o por qué.

—Tengo hambre.

Agrega.

—Estoy cansada.

Miento y cuando entramos a nuestra habitación me saco las botas que no eran nada cómodas para caminar tanto.

—Metete en la ducha, voy a buscarte algo.

—¿Vos vas a elegirme la ropa?

—Estudio moda, no me jodas y ahorrate los chistes de mierda.

Yo le guiño el ojo y observo cómo desaparece por la puerta principal para después de meterme no en la ducha, sino en el jacuzzi, aprovechando que hay uno. Dejo que el agua corra mientras doy vueltas por el baño desnuda peinándome, finalmente, con el cepillo que compré. Una vez lleno el jacuzzi dejo caer las sales del hotel dentro y me deslizo prendiendo los jets. Pequeñas burbujas se forman a mi alrededor. Me relajo esperando que la ansiedad de estar con él todo el día disminuya un poco.

Debe ser el fin de semana más extraño de mi vida.

Ian aparece por la puerta principal y me observa desde el umbral de la puerta del baño que dejé abierta.

—¿Qué pensás?

Pregunta cuando me ve con la cabeza recostada y los ojos fijos en la pared muy concentrada en lo que pasa dentro de mi mente, me incorporo apenas para que la espuma me siga cubriendo y me giro hacia él.

CínicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora