Aceptación

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Cuando recupero la conciencia me encuentro sola. Una intravenosa está bien clavada en mi brazo y tengo la misma ropa que en el bar, pero no encuentro mis zapatos. Miro alrededor y me doy cuenta de que estoy en un hospital.

Escucho a lo lejos dos mujeres hablando y riéndose, cuando quiero sentarme para pararme y pedir explicaciones, mi cabeza da vueltas para todos lados y termino recostándome. La puerta se abre y vuelve a cerrarse. Escucho pasos acercándose a mí, tacos altos y algunas pulseras que chocan entre sí.

—¿Estás mejor?

Pregunta esa voz conocida. Me siento muy abatida como para sentir odio en este momento, así que suspiro y me relajo.

—Creo que sí, ¿qué pasó?

Pregunto confundida de ver a Rocío conmigo en un hospital.

—Emm... tu novio te pegó, te rompiste la cabeza contra una mesa, Ian le pateó el culo, tuviste una contundente o contención, algo así, en la cabeza, no sé, y... — Ella mira hacia el techo y suspira. —Que la mamá de Andy te explique cuando venga.

Intento hacer memoria, pero solo cuando intento con todas mis fuerzas los recuerdos llegan y la verdad es que duele.

—¿Tengo cicatriz?

Pregunto mientras me llevo la mano a la banda que tengo en la cabeza, ya imaginando una parte de mi cráneo pelado.

—No. No te cortaste mucho, fue más bien el golpe y la sangre... Dios, la cantidad de sangre que había en todas partes.

Ella se para y me muestra sus pantalones manchados con un color marrón profundo que está claro, es la sangre de la que está hablando, pero a la vez la veo tan seca que me pregunto cuánto tiempo pasó mientras estuve inconsciente.

—Gracias.

Le digo, suponiendo que si tiene toda esa sangre encima, fue ella quien me contuvo la hemorragia o al menos intentó, ya que no parece saber mucho de medicina.

—¿Por qué?

—Por traerme.

Ella empieza a caminar por la habitación y para frente a uno de los cuadros de la sala de un paisaje muy feo. Debe haber sido donación.

—La ambulancia te trajo.— Dice ella como si nada y de sus jeans rotos saca un paquete de chicles, le saca el envoltorio a uno y se lo lleva a la boca. — ¿Querés?

Dice a modo de cortesía, estirando el brazo desde el otro lado de la habitación.

—No, gracias.

Se vuelve a meter el paquete en el bolsillo trasero del pantalón y el pelo castaño se bate llegando lacio hasta casi su cintura. La odio porque es linda, ya que se acuesta con la persona de la que estoy enamorada y porque tiene el pelo perfectamente lacio, estirado y sin ondas.

—¿Dónde está Ian?

Ella gira y sonríe.

—Oh, en la comisaría, seguro lo tienen en el calabozo hasta mañana.

Dice confiada como si supiera mucho de estas cosas.

—¿Y...

Como me siento estúpida preguntando me callo a la mitad e intento sentarme. Cuando Rocío ve mi intento se acerca a mí y me detiene con su mano en el pecho, se inclina sobre mi cama y enseguida mi respaldo se empieza a levantar.

—Tu novio... En el calabozo también. Varios salieron en contra de él porque lo vieron pegarte. Igual si no haces una denuncia, también va a salir mañana...

CínicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora