Desconcierto

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—Te puedo llevar.

Dice. Cuando paramos en una esquina, escondidos detrás de un paredón y al lado de un contenedor de basura.

—Estoy bien.

—Sería más rápido si te cargo. Solo quiero alejarme del enfermo.

—Un loco me salva de otro loco, genial.

La pintura de militar está esparcida por toda su cara de mala manera con restos de sangre y se tiñe en las zonas que tiene moradas. Ya no me sorprende su cara amoratada, ni sus golpes, siempre que lo veía en la cueva tenía alguno nuevo.

—¿Te sacás los aros para tus peleas?

—Sí.— Me agacho y me quito los zapatos dejando que mis pies descansen en el suelo. — Está sucio.

Con mis tacos incluso no llego a su altura y siempre pensé que era una chica alta, cuando estoy sobre mis pies, me siento una completa enana.

—¿Y?

—Las princesas no van por ahí con pies descalzos.

—Tenés una idea errónea de lo que soy.

—Te ves bastante refinada siempre.

Tomo mis zapatos en mi mano.

—Bueno, no lo soy.

—Dulce caridad camina descalza por la calle, quién lo diría.

—Dejá de decirme así.

Ian asiente con la cabeza. Nos quedamos enfrentándonos, creo que hay miles de cosas para decirnos, pero en su lugar, solo nos quedamos cómodos en el silencio. Él no parece querer explicar su reacción y yo no quiero abrir el tema. Pero hay algo en Ian, me mira con otra convicción, con ojos llenos de promesas.

—Tenés que dejarlo.

—¿A qué?

—Al chico dinamita.

Ian le puso de apodo a Ray "chico dinamita", porque supuestamente es peligroso y explosivo, algo que solo es cuestión de tiempo y va a explotar. Como si él no lo fuera, no sé si es consciente de sí mismo a veces.

—¿Por qué?

—Es injusto que se lleve al mejor culo del pueblo y encima te trate así.

Ignoro su observación.

—Te dije que lo tengo controlado.

Me froto los brazos mientras sigo caminando con él calle abajo cuando empieza a andar otra vez. Él golpeado y disfrazado de militar y yo de ángel cagado de frío.

—No tenés controlado una mierda... ese tipo te gusta de verdad, estás atrapada con él porque lo querés y el día que te levante la mano vas a estar enamorada.

Aclara con el cigarrillo en la mano dibujando un corazón en el aire. Su conclusión me golpea más duro el pecho de lo que debería.

¿Por qué sigo con Ray? La respuesta es simple: porque tengo que demostrar cosas, sobre todo a mí misma, quiero demostrarme que soy fuerte, aunque no lo sea y que ningún otro hombre me puede pasar por encima. Ray es la prueba de fuego. Él es la instancia final. Si puedo con él, puedo con cualquiera. Puede ser que lo esté buscando, buscando inconscientemente su explosión final.

Ian me mira con desgano y sus ojos grises teñidos de sentimientos negativos me hacen darle vueltas a esa noche. Esta vez no es lástima, sino decepción. ¿Cómo sería yo si nada de eso hubiera pasado? ¿Cómo sería él? ¿Habrá tenido esa noche algo que ver con lo que es ahora?

CínicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora