Agobio

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—Me chupa un huevo lo que hagas con tu vida, ya estás grandecita, pero avisá.

Termino mi plato y lo alejo un poco de mí. Mi papá sigue con el ceño fruncido porque el lunes llegué a la madrugada llena de barro directo a bañarme y a salir otra vez por la puerta para irme al colegio.

—¡Algún día te van a secuestrar y nosotros no vamos a tener ni puta idea!

Reclama mi mamá gritando como siempre, la mención me cae pesada y trago saliva.

—¿Qué te importa? Total tenés a tu otra hija perfecta.

Digo a media voz firme, sin sacar la mirada de sus ojos.

—¡Ves que sos una mala agradecida!

Chilla ella.

—Es la realidad, te importa tres carajos lo que hago porque tu triunfo es Martina, no yo.

Ella se pone histérica y es mi papá quien la tiene que sujetar del brazo, ya cansado de nuestras peleas.

—¡Ya no sé qué hacer con ella! ¡Le importa una mierda todo! ¡No puedo creer que me haya salido una hija tan egoísta!

—De tal palo, tal astilla.

Digo antes de levantarme y encerrarme en mi habitación.

El pecho me empieza a quemar y la respiración se me agita. Dormí poco y ahora gracias al comentario de mi vieja voy a dormir menos, sé que se viene una de esas noches en la que me quedo mirando al techo pensando en cosas innecesarias. Lo medito muy poco y después de unos segundos termino levantando el teléfono para llamar a Ray.

Las semanas siguientes me las paso sin hacer mucho, Cora se la pasa estudiando montones por lo que no ve a Andy, lo que quiere decir que yo no veo a Ian y termino las tardes haciendo de profesora particular de Jimena, ya que necesita de mi ayuda para terminar el colegio y por más de que las cosas con Ray están mejor, no deja de ser insoportable, generalmente lo veo solo los viernes. El poco contacto nos hace bien.

—Te dije que no es nada.

Le aclaro refiriéndome a Ian. Después de la pelea, no deja de sacar el tema en los momentos más aleatorios.

—Es un puto altanero de mierda, alien blanco, no lo soporto, ni a él ni a sus amigos.

—A mí me importa poco eso. Si quisiera cogérmelo, cosa que no quiero, vos no tendrías por qué meter la nariz en el medio. Voy a hacer lo que se me dé la puta gana Ray, estoy cansada de repetírtelo.

Ray se acomoda mejor en la cama y recuesta la cabeza en su brazo flexionado.

—Sos insoportablemente hermosa.

—Gracias.

—¿Cuándo vas a ser solo mía?

—Yo no soy de nadie.— Le susurro para que quede bien, bien claro. —Y si no cogieras tan bien ni siquiera te vería porque sos insoportable.

Él sonríe acostumbrado a mi sincericidio que a la mayoría de la gente le cae terriblemente mal.

—Quiero que seas mi novia.

Confiesa serio.

—Yo no quiero ser tu novia, pobre de la desgraciada que lo sea y caiga en esa trampa.

—Sabés que nuestras peleas son solo porque estás con otros, todo se solucionaría si saliéramos. Por vos puedo ser fiel, tengo la cabeza solo para vos, por eso me volvés loco.

Yo giro la cabeza sobre la almohada.

—No, Ray.

—Casate conmigo entonces.

Dice mostrándome los dientes con su sonrisa acompañada por arpas.

—¿Cómo eso es mejor?

—No sé, estoy desesperado.

Lo callo con un beso que se convierte en uno pasional, él enseguida se pone encima mío y yo me giro sobre la cama con intenciones de escaparme de sus brazos que me levantan la temperatura a 1000°C. Ya lo hicimos una vez hoy, no podemos hacerlo dos veces en un día, eso trae malas consecuencias para nosotros. Él me detiene de la cadera y apoya su pecho a mi espalda desnuda, recorriendo el lateral de mi cuello con la nariz.

—Sos perfecta para mí.

Ronronea juguetón. Sigo intentando escaparme, mi voluntad se vuelve cada vez más débil. Presiona su cadera contra mí y ya lo puedo sentir contra mi espalda duro como él solo. Me gusta que me necesite así.

—Quédate un rato más.

Me dice y besa mi mejilla, baja por mi cuerpo y termina rozando sus dientes contra mi hombro. Mierda. Tengo tan poca voluntad.

Se me escapa un gemido y él sabe que ya no tiene que hacer más esfuerzo. Mete la mano entre mi cadera y el colchón para empezar a tocarme y todo el mundo desaparece. Maldito Ray. Siento su sonrisa contra mi espalda y me penetra lentamente aprovechando que los dos ya estábamos desnudos, yo alzo la cabeza para no ahogarme contra la almohada y él sigue jugando con mi cuello descansando todo su peso contra mí.

—Sos mala, pero te volvés caramelo con mi verga.

Susurra y aprieto la almohada con ambas manos y los músculos de mis piernas para sentirlo todavía más. Ray empieza a acelerar el ritmo progresivamente, sacándome gemidos que empiezan a inundar la habitación de a poco. Nuestros cuerpos se mueven al compás y empiezo a sentir la leve capa de transpiración que se forma entre nosotros. Cuando siento que voy a explotar de placer, él se recompone sobre la cama y tira de mis caderas para ponerme en cuatro, yo dejo la cabeza contra la almohada y estiro mis brazos hasta que llegan a tocar la pared. Los movimientos se vuelven más bruscos y sus caderas más firmes, y es ahí cuando me doy cuenta de que no se puso un forro, pero mi cabeza da vueltas y es muy tarde para parar.

—Ray, forro.

Suplico entre gemidos.

—No lo necesitamos. ¿No te gusta sentirme así?

Y me doy cuenta de que es por eso que esto me está gustando tanto.

—Me vas a pegar algo.

Digo como si no fuera muy tarde. Él se entierra a fondo y me deja sin palabras.

—Sos la única.

No sé qué soluciona eso, por el momento me engaño y me digo a mí misma que es suficiente. Arqueo más la espalda y me pierdo en Ray, en sus movimientos y en su jodida verga enigmática a la cual no puedo renunciar.

—Te voy a acabar.

Me informa y yo en vez de quejarme, como sería normal, me refuerzo con sus palabras y aprieto los muslos, él con su rodilla me los separa lo máximo que puede. Las siguientes embestidas son secas y a fondo, tan exquisitas que siento que se me cae la vida.

—Vamos, bombón.

Son las últimas palabras antes de que gima exageradamente, opacando el sonido de nuestros cuerpos, chocando y siento cómo Ray se tensa adentro mío y descarga todo en mi interior, llenándome como nunca nadie. Ray gime y se mantiene contra mí unos segundos en los cuales los dos seguimos agonizando de placer. Cuando se retira siento cómo mis muslos se empapan, pero no puedo preocuparme por eso, me desplomo sobre la cama y Ray lo hace encima de mí.

—Tenés que salir conmigo. Definitivamente.

CínicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora