Molestia

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Camino con Gabriel por la zona de bares y sonrío con su ocurrencia, es un buen chico, lo conocí en un restaurante con el que fui a comer con mi familia el día que mi hermana se fue de casa, él atendía nuestra mesa con una sonrisa radiante. No fue una sorpresa cuando me mandó un mensaje días después, en el pueblo casi todos se conocen y por conexiones es fácil conseguir el número de alguien. Resultó ser que Gabriel era uno de los mejores amigos del hermano de Jimena y no perdió el tiempo para escribirme.

Lo observo rascarse la nariz y sonreír de costado, su pelo castaño ondulado cae desprolijo sobre su frente y su sonrisa es lo más lindo de él. Tendría que empezar a juntarme más con tipos como él, relajado y sin problemas en la cabeza. Gabriel señala la entrada del bar y me deja pasar primero, ahora que lo pienso tiene pinta de ángel, le queda bien su nombre.

—¿Qué querés que te pida?

Pregunta alejando la silla para que me siente, siendo caballeroso. Me pregunto si siempre es así o solo hoy porque es nuestra primera cita oficial.

—No sé, lo que vos tomes.

Él se aleja para alcanzar la barra y pedir directo sin intenciones de esperar a que nos atiendan. Cuando vuelve con dos vasos en la mano, señala el mío y toma asiento.

Estoy con uno de mis mejores vestidos, uno de razo bordó que se ciñe a mi cintura de forma perfecta, zapatos de tiras altos y una cartera corta que va perfecta con la coleta alta que me hice para mostrar mi espalda descubierta.

—Hice que lo prepararan más suave.

—Entonces voy a tener que pagar el doble que vos ¿Tu idea es dejarme pobre?

Él palidece y empieza a tartamudear incómodo.

—No... pensé que, no sé...

—Relajate, es un chiste, suave está bien. Por lo menos ahora sé que no tenés intenciones de emborracharme a propósito.

Él alza una ceja y me mira desconfiado.

—¿Eso también es un chiste?

—No, eso lo digo en serio, aunque no me molestaría.

Él sonríe confundido y sacude la cabeza recordando algo.

—No te voy a hacer pagar... yo te invité.

Exclama nervioso.

—Relajate, no pasa nada, me gusta pagar mis tragos, no soy una damisela.

—Yo te invité.

—Está bien, si querés que juguemos a que sos un caballero, yo puedo pretender ser una dama.

Gabriel ríe y toma un trago largo de su vaso, o tiene sed o lo estoy incomodando un poco. Es cuando termino mi primer vaso que empieza a entender más mi personalidad y deja de preocuparse por analizar cada frase que digo, creo que el alcohol lo está haciendo entrar en confianza y por poco no me causa ternura con sus rulos castaños y su miradita nerviosa de chico en problemas. Al segundo vaso y cuando ya la estamos pasando bien, Ray entra por la puerta principal acompañado de una chica y sé que de alguna forma va a lograr hacer que todo se vaya a la mierda.

—Hola.

Saluda con la rubia colgada del brazo, seco como siempre y con una mala cara como nunca. Yo saludo con la cabeza y me inclino hacia adelante de la mesa concentrándome en Gabriel, que está en la parte buena de una historia de su perro muerto. Intento no armar espamento, pero Ray no es así, o por lo menos nunca tiene las mismas ideas que yo. Media hora. Media hora es lo que logra aguantar. Se para de su mesa y con las manos en los bolsillos se acerca a mí con una mirada baja, los pantalones blancos y una camisa de color crema que queda perfecta con el tono de su piel morena.

—¿Tenés un minuto?

Me tanteo los bolsillos que no tengo.

—Creo que dejé mis minutos en casa.

—En serio, Berni.

Dice apoyando su enorme mano pesada en el medio de la mesa. Gabriel asiente comprensivo con la mirada y mato a Ray con la mía. De verdad, Gabriel es un buen chico, merezco un poco de esto, aunque Ray no lo considere así.

—Ahora vengo.

Le digo a Gabriel parándome y acomodando mi saco en el respaldo de la mesa. Camino siguiendo a Ray por el bar hasta el pequeño cuarto que hay entre los baños, él espera que una chica se aleje de nosotros antes de descargar su bronca contra mí.

—¡¿Qué hacés?!

Grita susurrando como el loco de atar que es.

—¿Cómo qué qué hago? Estoy en una cita, que por cierto, estás interrumpiendo de mala manera.

—¿Por qué estás con él?

Ray se frota la cara y gira en el lugar, decepcionado.

—¿En serio? Dejaste a la rubia para preguntarme qué hago con otro tipo, ¿de verdad estás así de mal?

—Estoy con ella porque no me llamaste más... desde que te fuiste a ese "cumpleañitos".

—¿Será porque lo último que me dijiste antes de salir fue que era una puta barata?

Ray se muerde el labio inferior y golpea la pared detrás de mí en un intento de intimidarme, no me muevo, me quedo parada y hasta intento no pestañear, no le voy a dar el poder de intimidarme a un tarado sin cerebro.

—¡No me decís qué mierda hacés! Aparecés y desaparecés cuando se te da la gana. Podrías avisarme si ya me cambiaste... ¡Un mensaje aunque sea! ¡"Me estoy atragantando con otra verga"!

Espero que un tipo entre al baño para no responder las cosas que se me vienen a la cabeza en frente de un desconocido y el segundo de silencio me ayuda a recomponerme.

—No te cambié porque nunca te elegí a vos por sobre nadie y no te llamé porque no estuve de humor.

—Dice la reina del sexo.

—¿No puedo no querer coger?

—Parece que no, ¿qué hacés con señor chocolate entonces? ¿Por qué sos tan puta, Berni?

Ray saca la mano de la pared y retrocede un paso.

—¡¿Qué hacés con Miss Universo?!

—¡Yo no te dejé! ¡Fuiste vos!

Me enrollo un mechón de pelo en el dedo, exasperada ya. No tendría que estar hablando con él.

—Nadie deja a nadie cuando no hay nada.

—Me cago en la puta Berni, me cago en la puta y en vos. ¿Qué mierda querés hacer?

Me pregunta frotándose la cara, debe estar tan cansado de esto como yo, no sé por qué seguimos. ¿Vale la pena el buen sexo? Él se cruza de brazos y la remera se ciñe sobre su pecho. Sí, lo vale. Sí, con él.

—¿Ahora? Ir a mi mesa y vos deberías hacer lo mismo, es de mala educación dejar a una chica esperando.

Corro su cuerpo y empiezo a alejarme de él caminando con soltura, no quiero que nadie sepa que me estuve sacando los ojos con un tipo en la puerta del baño de un bar.

—¡Sabés a lo que me refiero!

—¡Si sale mal te mando un mensaje! Está en vos elegir entre rubia o morocha después de eso.

Esa noche efectivamente Gabriel me deja en mi casa y segundos después ya tengo a Ray escabulléndose por las escaleras y tirando de mi pelo mientras me empuja contra el escritorio, desnuda.

CínicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora