Sorpresa

1.6K 226 74
                                    

—Quedate, pedimos para cenar.

Dice Cris con una sonrisa amigable, miro a Ian que volvió a su estado de zombie que tiene ante el resto de la población y asiento. No sé si él quiere que me quede o no, no puedo deducirlo en su cara.

La cena viene acompañada de un cajón de cervezas, parece que están acostumbrados a usar su estudio también como el lugar donde despliegan sus tragos después del trabajo. Cuando Cris abre la primera cerveza con delicadeza, me pregunto si el tal Thiago no es gay también por cómo se lleva la botella a la boca con suavidad. Thiago tiene las manos largas y blandas, un par de uñas pintadas, de su oreja cuelga una pequeña cruz metalizada y su elección de ropa es bastante llamativa: distintos patrones en la camisa y en el chaleco de seda que tiene puesto, sus pantalones son patas anchas y se reposan sobre unas botas estilo cowboy. ¿Y si Ian es bi o algo así? Hizo un trío con Andy y lo menciona con total normalidad.

No sé, no puedo saberlo, a Ian todo parece importarle tan poco que siento que esas cosas en su vida van y vienen como si nada sin que él le dé muchas vueltas.

Los chicos son simpáticos, me cuentan cosas del taller, pequeñas anécdotas a las cuales yo sonrío para darle el visto bueno. Comentan cómo Ian siempre rompe las agujas de la máquina y como es el mejor bordando. Ian se queda en su rincón con su cerveza, es increíble que no haya nada que lo haga interesarse en la charla. Debe ser normal como actúa para sus compañeros, hablan como si él casi no estuviera en la habitación.

Micaela me toca el pelo y empieza a preguntarme qué uso para tenerlo tan lacio y saludable. Me llevo la mano a un mechón y me examino las puntas con cuidado. Ella no parece tener problema en tocarme, me corre el pelo detrás del hombro y me toca el brazo con confianza. Siento toda su palma suave contra mi piel.

—Tenía rulos pero los odio, me hago la permanente, no sé cómo no quemé mi pelo todavía.

Le comento.

—Sos hermosa. Me encantaría verte con rulos.

Afirma ella y aunque escuche eso de miles de hombres, cuando el cumplido viene de una mujer lo considero algo más sincero. Agacho la mirada y ladeo una sonrisa. Sus rulos de colorado artificial le quedan perfectos con su piel oliva. Los lleva por debajo de los hombros, le nacen tan rebeldes que le dan un volumen que me hace preguntarme si se acomoda el pelo así o se bate la cabeza a propósito a la mañana.

—Gracias.

—Gracias a vos por hacer esto. Necesitamos a alguien perfecto para una muestra perfecta.

Ella se ríe y su brazo llega disimuladamente a mi codo.

—No soy alta.

—Pero tenés cuerpo de modelo a escala y más altura que yo seguro. ¿Cuántos novios tenés? Por lo menos cuatro, me imagino.

Su inflexión es extraña. ¿Está comprobando si soy gay?

—Ninguno.

No sé cómo responder a su pregunta y dejarle en claro que nunca tuve curiosidad en acostarme con una chica sin parecer completamente obvia.

—Qué desperdicio.

—Tengo mis chicos, pero ninguno vale lo suficiente como para una relación seria.

Agrego para que quede un poco más claro.

—Una chica exigente ¡Así me gusta!

Micaela salta en el lugar y me abraza, se siente bien, le sonrío cuando lo hace porque me hace sentir cómoda, enseguida siento la presencia de dos agujeros tragándolo todo delante de mí. Cuando giro la mirada, atrapo a Ian mirándonos. No dice nada, solo se nos queda viendo, su gesto es el de siempre, se lleva la botella a la boca y la deja en su rodilla.

CínicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora