Ira

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Borracha intento no tambalearme pero fallo. Ray como siempre me agarra de un brazo y levanta mi hombro para sacudirme, esta vez es todavía más bestial porque está borracho. Gracias a eso me tambaleo y caigo sobre la mesa vecina tirando los tragos de los chicos de al lado.

Me recompongo de una vez y me abalanzo contra Ray con la mano abierta.

—Du Hurensohn!

No me reconozco, desde que conozco a Ian cargo muchas cosas conmigo, todo era tan simple y tranquilo antes de él y ahora con su frío polar trajo el invierno a mi vida y me estoy deshaciendo para encontrar por algún lado algo de calor y en su lugar me encontré un fuego que me quema las pestañas.

Mi mano impacta con su mejilla de tal forma que creo que calla a todo el bar, una vez más hacemos un show. Llego a darle vuelta la cara con mi cachetada, es la primera vez que soy tan frontal, la primera vez que no es un forcejeo ni una revoleada de algún objeto que tengamos a mano. Ray se recompone y aunque un par de personas se está metiendo entre nosotros, me llega a alcanzar. Tira de mí entre el tumulto de gente y yo me tambaleo hacia adelante y directo hacia su revés.

La mano de Ray es casi el doble que mi cara, no solo golpea mi mejilla sino que también el rabillo de mi ojo y parte de mi frente. No siento el ardor de una cachetada sino el dolor de los nudillos sumado a la fuerza que me acompañaba mientras me caía hacia adelante. Reboto fuertemente y caigo de costado contra una mesa y directo al suelo frente a las zapatillas de un espectador.

Me quedo en el suelo mientras un par de personas contienen a Ray para que no se me venga encima mientras estoy en el suelo. Por suerte aterricé con ambas manos, torpemente, pero con ambas manos. Respiro contra el suelo mientras mi pelo y aros rozan la suciedad y cuando empiezo a levantar la cabeza me doy cuenta de que las zapatillas son conocidas. Extiendo los brazos para sostener mi torso y levanto la cabeza para ver a Ian parado en frente mío mirándome desde arriba mientras yo patética lo observó desde el suelo del bar. Demacrada, golpeada y débil.

Ian no habla, no hace ni un movimiento, es como una estatua, mirándome como si no terminara de comprender qué está pasando hasta que veo en sus ojos un rojo que lo tiñen todo.

Empiezo a arrodillarme para empezar a pararme, pero no puedo porque siento cómo él me contiene la cabeza y me esquiva con una zancada que es casi un salto. Cuando me doy cuenta de lo que está por pasar me giro en el suelo. Puedo ver por un microsegundo la cara de Ray, sorpresa y desconcierto, después no la veo más.

Tengo que arrastrarme por el suelo por debajo de una mesa para llegar a un lugar seguro para pararme de a poco con ayuda de una silla, todavía tonta del golpe y el alcohol. Cuando miro por encima de la mesa que me hizo de puente veo un acumulamiento de gente y a Ian y Ray como ojo de la tormenta mientras tiran mesas, copas y gente a su paso.

—¿Estás bien?

Pregunta Rocío que corre para ayudarme a acomodar mi vestido. Genial.

—Sí.

Digo a media voz, sacándomela de encima y caminando hacia donde no debería.

Va a ser inútil gritarles que paren en este momento. Camino lento e intento deducir cuándo es el momento adecuado, varios tipos están intentando separarlos pero cada vez que contienen a uno el otro se suelta y aprovecha a golpear al otro inmovilizado.

Creo que están a punto de parar cuando logran contenerlos a los dos, sudados, golpeados y algo ensangrentados, a Ray no le deja de correr la nariz con sangre, pero de un segundo para el otro Ian se suelta y aprovecha que tienen a Ray cerca de una pared y pega su cabeza contra ella con todas sus fuerzas. Por un segundo tengo miedo que su cráneo se rompa como una sandía.

Sé que le dice algo, pero estoy muy aturdida como para escuchar y a pesar de que tiran de Ian él sigue manteniendo a Ray contra la pared y diciéndole cosas.

—Te voy a matar...

Puedo cazar un fragmento de la conversación entre tantos gritos.

Corro hacia donde están empujando gente, haciendo un sobreesfuerzo para que la gente que quiere sacar a Ian de encima de Ray me dé paso. Cuando llego a centímetros de ellos extiendo la mano y en vez de tirar de la remera de Ian como hacen todos le toco la parte de atrás de la oreja porque sé que es sensible ahí.

Ian se da vuelta con violencia y me toma la mano en el aire. Con una tiene a Ray del cuello contra la pared y con la otra me deja a mí casi colgando de una muñeca.

Veo su enojo, la adrenalina de siempre y cuando se da cuenta de que soy yo, el rojo se aplaca. Recorre mi brazo extendido y varios hematomas viejos con la mirada. Instintivamente, quiero esconder mi brazo, pero él no me lo permite.

—No la toques.

Dice Ray contra la pared e Ian sonríe con sarcasmo.

—Ian, basta por favor.

Suplico.

Ian frío como es siempre, suelta mi muñeca.

—¿Qué yo no la toque? ¡¿QUÉ YO NO LA TOQUE?!

Grita con una voz irreconocible. Nunca había visto a Ian pelear con tanto enojo, él siempre hace ver las peleas como algo simple, deportivo, hasta liviano, disfrutándolo con placer como una recreación para llenar su alma de alguna emoción. Pero ahora no estoy viendo nada de eso y me asusta. Está rabiando de odio, de enojo, está más allá de su ser, totalmente transformado en una nueva criatura que no es él.

Rocío aparece de la nada y empieza a tirar de mi hombro como para sacarme de al lado de una granada a punto de explotar.

Ian empieza a empujar a Ray hacia la puerta del bar y la gente los sigue con el nuevo entretenimiento que va a ser una buena historia mañana. El único que no está divertido es el barman, que no deja de mirar mesas y agarrarse la cabeza con ambas manos.

Además de mí, que de a poco empiezo a ver borroso. Salgo como puedo, agarrándome de cosas y Rocío me ayuda a mantener el equilibrio. No me acuerdo de haber estado tan borracha. El aire del exterior me pega en la cara y escucho una sirena de policía a lo lejos acercándose mientras en la vereda del bar Ian se abalanza sobre Ray.

La sirena se hace más presente y algo me sigue punzando la cabeza, de repente pierdo el sentido de la profundidad y los pasos se hacen cada vez más difíciles. Levanto la vista y tengo a Rocío frente a mí gritando, pero es como si estuviéramos debajo del agua y no llego a entender qué me está diciendo.

—¡Tenés sangre!

Vuelve a repetir. Me toco la cabeza y siento un líquido negro espeso y cuando me veo la mano la tengo negra. Miro a todos lados y veo a gente acumulándose a nuestro alrededor. Pierdo la noción del tiempo, todo está en cámara lenta. No sé dónde está Ian ni dónde está Ray.

Intento dar un paso más y esta vez no hay piso que sostenga mis pies. Abro los ojos y noto que estoy en el suelo con Rocío.

—¡Ian!

Grita ella desesperada.

A lo lejos el sonido de la sirena se distorsiona. Un grupo de gente nos empieza a rodear, quiero abrir los ojos, pero solo los abro a la mitad.

—¡Ayuda! ¡¿Qué pasó?! ¡Ambulancia! ¡¿Alguien vino con esta chica?! ¡Quedate despierta! ¡Presioná!

Hay gente gritando por todos lados y no entiendo qué pasa. La gente se empieza a correr y veo a Ian arrodillarse al lado mío con ambos brazos en su espalda.

—¡B! ¡B! ¡Quedate conmigo!

Quiero decirle que sí, pero solo balbuceo un par de cosas. Alguien empieza a tirar de él y a separar a la gente de a nuestro alrededor.

—Llevala. Yo voy a estar ahí. Quedate con ella. Prometémelo. Tranquilo, la mierda. Jurámelo. Sacame, llamá a alguien y sacame.

Escucho unas nuevas sirenas y veo a Rocío hablando con alguien más mientras me acaricia la mano. Nos estamos moviendo. Cuando miro hacia el techo veo algo que se mueve hacia mí, es la oscuridad.

Salta sobre mi cara y ya no puedo ver, ni escuchar, ni sentir.

CínicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora