—De nada.La Amelia me miró con las cejas alzadas de manera cómplice, y con los años que llevaba conociéndola y soportándola, sabía que el propósito de su mirada era uno sólo; copuchar.
Le contesté con una sonrisa falsa, la cual cambié de una cuando sentí la mirada del papi hueón encima de mi.
Lo miré.
Me miró.
Nos miramos.
Y eso po, no pasó nada más en mi triste vida.
—¡A seguir el trabajo! —mi hermana gritó haciendo que dejáramos de mirarnos con el Vicente.— y hablo por los tres, termina luego el tuyo. —ella entrecerró los ojos hacia mi mientras apuntaba a la mesa llena de papeles.
—Ya terminé.
—Entonces ordena. —me mandó.
Iba a reclamar, pero antes de que salieran palabras de mi boca una risa se filtró por mis oídos.
Entrecerré mis ojos hacia el hueón a mi lado, pero ni siquiera se inmuto.
El hueón penca, si tampoco era tan chica como pa que no cachara mi mirada.
—¿Qué es tan chistoso? —me achoré.
Él dejó de reírse de a poquito y volviendo a poner su vista encima de mi se cruzó de brazos.
¿Creía que me intimidaba?
Él sonrió al mismo tiempo que una canción se empezaba a escuchar por ahí.
Y qué canción, era un tono de llamada de esos que venían con el teléfono.
Me reí cuando el Vicente se movió a buscar su celular.
Hueón latero, hasta sus tonos eran fomes.
Después de encontrar su teléfono contestó mientras huía rápidamente hacia el patio.
Lo seguí con la mirada hasta que salió.
—En serio, piojo ¿de qué me perdí?
Llevé la mirada hacia mi hermana con el ceño fruncido.
—De nada.
—¿Se conocen? —sapeó.
—No...
—¡Ya suéltalo! —ella me presionó inclinándose sobre la mesa para poner su mirada odiosa más cerca— ¿te estay metiendo con mayores, pendex?
—¡No! —le grité— no lo conozco, Amelia. Además tu sabí que la gente me cae mal de presencia.
Ella puso el codo sobre la mesa y el mentón sobre su mano.
—Buen punto, pero es que igual es como tu tipo ¿o no?
—No.
—Ay, Maite. —mi hermana se cruzó de brazos— deja de preocuparte y empieza a pelarte.
Me reí porque le había rimado a la hueona.
—Deja de tratar de unirme al maraquismo.
—Es que somos muy pocos miembros. —hizo un puchero fingido que me dejó riendo más.
—Idiota.
La Amelia se unió a mi risa durante un rato para después llevar su vista al ser humano despreciable que acababa de llegar al living.
—¿Seguimos el trabajo?
—No puedo, sorry. Tengo que irme ahora a mi casa. —levanté la mirada para verlo, y aunque el tipo me caía mal; se le notaba harto lo afligido en la cara.
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PAPI MECHÓN (editando)
Novela JuvenilDe como una cabra de cuarto medio se fija en un papá soltero, antipático y orgulloso.