TREINTA Y OCHO

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Cuando desperté en la mañana y encontré la cama vacía; casi me da un ataque.

Literalmente me sentía como las minas de las películas, libros y la vida real, esas que se involucran con un loco sentimentalmente y al otro día despiertan solas en la cama.

Un poco exagerado, pero real.

Tomé mi celular pa' ver la hora y cuando caché que eran más de la doce, casi me caigo de la cama. ¡Tanto que dormí, conchetumare!

Bajé echa un peo de la cama y corrí hacia el baño pa' hacer mis necesidades, lavarme los dientes y echarme una manito de gato.

¿Dónde estaría mi daddy?

Lo bueno es que no tuve que quemarme la cabeza pensando la respuesta, porque ésta llegó de una cuando caminé a la cocina y el olor a desayuno me llenó las fosas nasales.

A unos pasos de mí estaba el Vicente cocinando.

En puros pantalones.

Sí, gente. La lotería de la vida la gané yo.

Aclaré mi garganta pa' que notara mi presencia, pero estaba tan concentrado en su trabajo que ni me pescó.

Obviamente aproveché y le tomé una foto.

Bien psicópata de mi parte, pero tenía que tener una evidencia de que esto no era un sueño pa' mayores de edad.

—¡Buenos días! —le grité cuando me cansé de mirarlo desde las sombras y obviamente hice que se sobresaltara debido a lo concentrado que estaba.

Al principio parecía confundido por mi grito, pero luego rápidamente cambió su expresión por una sonrisa bonita de ojos chinitos.

¿Había algún tipo de hechizo o amarre que de verdad fuera útil? digo, pa' usarlo en este hombre tan hermoso y que no me deje nunca.

Como ese del agua de calzón.

¿Funcionaría de verdad?

¿Aló, yahoo respuestas?

—Buenos días. —me miró sin borrar la sonrisa en su cara y luego volvió a poner su vista en la comida— dormiste caleta.

Perdón por ser descendiente de los perezosos.

—Lo siento. —me disculpé avergonzada.

Desperdiciaste la primera noche por andar durmiendo a patas sueltas. Bien ahí, Maite.

¡Cállate!

—No tienes por qué disculparte —me dijo con el ceño fruncido— aún nos quedan cosas por hacer, pero tenemos harto tiempo.

Asentí con la cabeza y me acerqué a él.

Luego, cuando estuve lo suficientemente cerca me levanté de puntitas (casi sobre mis uñas) y dejé un beso sobre su mejilla.

Di la vuelta pa' caminar hacia la mesa y poder sentarme cuando sus dedos se envolvieron alrededor de mi muñeca y de un ligero tirón me devolvió cerca de él.

Fruncí el ceño y abrí la boca para preguntar qué onda, cuando él llevó su mano a mi nuca y me acercó a él pa' darme un beso.

PAPI MECHÓN (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora