TREINTA Y UNO

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A diferencia de la mayoría de las personas a mí no me cargaba esperar, incluso hasta lo encontraba entretenido a veces.

Na, ¿A quién engaño? Yo odio esperar.

Ni siquiera sabiendo que esperaba a un mino como el Vicente el sufrimiento se hacía más ameno, de hecho podía asegurar que hasta me ponía más ansiosa.

¿Saben pa' que me llamaba al final?

No po, obviamente no saben. Así que les cuento...

¡Pa' venir al happyland, gente!

¿Dónde estaba mi propuesta indecente, esa que incluye un motel y un jacuzzi?

No hay, no existe.

Ahora, yo estaba esperando que se dignaran a aparecer. Pero ¿saben qué es lo peor? que ellos no estaban llegando tarde, sino que yo había llegado temprano por la pura ansiedad.

Treinta minutos antes.

No era mucho, pero igual no me sentía orgullosa de haber hecho semejante hueá.

Descansé mi trasero en una de las sillas del patio de comidas y saqué mi celular pa' matar un poco lo que quedaba de tiempo.

Nunca más seré puntal en algo.

Tenía un par de mensajes de mi hermana, en los que me preguntaba si iba a llegar a comer porque ella no iba a cocinar ninguna hueá.

Como si alguna vez lo hiciera la hueona.

Estaba escribiéndole una respuesta cuando me apareció que ella estaba escribiendo, así que borré lo que llevaba y esperé su mensaje.

« ¿O acaso vai a comer pico? »

Se me puso roja hasta el alma.

—¡Memé!

Levanté la vista y me encontré a la bendición tomada de la mano de su papá mientras elevaba su brazo pa' saludarme.

El hecho de que acabaran de llegar me hizo poner aún más roja, como si él pudiera leer el mensaje aún cuando estaba lejos.

Amelia reculiá.

Justo en ese momento prefería a la Sadmelia.

—Hola bebé. —saludé a la Martina mientras guardaba mi celular y me agachaba pa' poder estar a su altura.

A mitad de camino su papá le había soltado la mano pa' meterse primero en el Happyland.

Supongo que pa' recargar su tarjeta.

—¿Está bien tu hermana? —me preguntó con una expresión preocupada mientras luchaba con los mechones de pelo que caían en su cara.

Fruncí un poco el ceño debido a la pregunta, pero cuando me pegué la cachá; asentí.

—Está bien. —elevé mis hombros mientras sacaba la liga que siempre tenía en mi muñeca y me ponía detrás de ella para tomar su pelito en una cola alta, tipo Ariana Grande— ¿Y tú?

PAPI MECHÓN (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora