Nada hacía presagiar que un día jueves, en la casa de mi ex andante y con mi peor facha de estudiante pajera, me iba a encontrar con el Vicente... El Vicente en estado de ebriedad.
Pf, cosa de todos los días.
—Hola, memé —saludó el Javier, sin embargo, no le presté la suficiente atención—. A nosotros nos toca presentar pasado mañana.
Traté de poner mi mayor cara de fingida concentración ya que en realidad lo que él me decía me importaba tres hectáreas de corneta, sin embargo, no quería verme mal educada y mucho menos nerviosa. ¡Porque no lo estaba!
Apenas entré al living el Vicente me dió una mirada que me dijo absolutamente nada.
Na-da.
No denotaba que me odiaba, que estaba triste, que me extrañaba. Nada, ni fú ni fá.
Era como si hubiera retrocedido en el pasado, al tiempo en el que yo era una desconocida.
No me dolió.
O quizás sí un poquito.
No pude seguir analizándolo ya que bajó la vista tan rápido que me dio la impresión de que su vaso con Jack Daniel's no podía estar mucho tiempo sin su completa atención.
¿Por qué chucha estaba tomando un trago tan fuerte entre semana? ¿Y la bendi?
—Que bueno —solté volviendo a poner la vista sobre mi cuñado.
—Seh, ¿qué estai haciendo tú aquí? —cuestionó con el ceño fruncido, pero sin sonar en mala o algo parecido.
Sonaba como un hueón sapo y era.
—Vine a hacer un trabajo con el Tomás. —contesté, apretando mis labios.
—Ah piola, lo vi subir a su pieza —me informó y luego como guía turístico agregó—: Segundo piso, al final del pasillo.
—Ya, bacán —le contesté con una sonrisa, pa' después emprender camino—. Gracias.
Sinceramente quería salir corriendo.
¿De qué me servía haber dejado de seguir en instagram al Vicente —pa' no ver sus fotos y ponerme sad—, si en persona iba a verlo?
Que fuera tan rico no ayudaba en el proceso de superación po, lo hacía más difícil.
Por eso tenía que irme lo más rápido que mis piernitas me lo permitieran, de hecho estaba por salir del living cuando dejé de caminar.
—Maite —lo escuché llamarme y se me detuvo el corazón. Su voz se sentía arrastrada debido al copete, pero no por eso se le quitaba lo bacán—. ¿Podemos hablar?
Di media vuelta pa' mirarlo y me sorprendió que se hubiera levantado. Estábamos frente a frente y –probablemente por culpa del SPM–, me dieron las sendas ganas de llorar.
Los ojos del Vicente eran tan bonitos.
Y su pelito, cuando estaba desordenado me daban tantas ganas de pasar mis dedos entre él.
Alto ahí, hueona. ¡Se fuerte!
Parpadeé un par de veces pa' salir del trance en el que yo solita me metía, y le cuestioné:
—¿De qué?
Esperé una respuesta de su parte, sin embargo, lo que hizo fue mirar al Javier que estaba a un lado de nosotros; sentado en el sillón.
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PAPI MECHÓN (editando)
Teen FictionDe como una cabra de cuarto medio se fija en un papá soltero, antipático y orgulloso.