OCHO

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—Relaja las tetas, no es el papi rico.

Boté todo el aire que sin darme cuenta estaba reteniendo en mis pulmones.

¡Gracias a todos los santos del perpetuo socorro, buda, jehová y quién sabe que otro más!

—Pero si es la niñita... que incógnita ¿vamos a ver que onda? así puedo sacarle el nombre y en volá el número de teléfono. —mi mejor amiga tomó mi muñeca mientras comenzaba a tirarme en dirección a los recién llegados.

—Cálmate, hormonal. —le dije mientras me soltaba de su agarre y la miraba empezando a reírme— recuerda que estamos en un lugar rodeado de niños pequeños.

—Quiero solucionar el problema de mi soledad —ella hizo un puchero mientras le daba una rápida mirada al tipo todavía desconocido para mis ojos— además, estai trabajando aquí y él tiene cara de desorientado ¡A por ellos!

Me reí mientras me dejaba guiar por mi mejor amiga hacia los recién llegados. Después de todo ella tenía razón y yo debía ayudarlos, aparte de que debía autorizar cualquier futuro prospecto de mi amiga... ¡Ella era alérgica a los gatos! Así que ni cagando podría ser una solitaria mujer.

—Hola, bienvenido ¿podemos ayudarte en algo? —mi mejor amiga habló cordialmente al individuo que ahora se encontraba frente a nosotros.

Entreabrí los labios como toda mina normal con buena vista.

¿De qué clase de lugar salían los minos así?

Es decir, la Martina era tan chiquitita y ya se rodeaba de culiaos ricos.

Era alto, de pelo cafecito, ojos verdes y piel más o menos clarita (aunque obvio se le notaba un poco lo veraneado).

¿Cómo chucha era posible?

Se veía demasiado simpático y a mi me gustaban pesaditos, pero de que era rico, lo era.

—Hola —él le respondió a mi mejor amiga con una sonrisa que estoy segura la mató, porque el muy maldito tenía margaritas— es que, acabamos de llegar y no sé qué se hace ¿tengo que firmar algo? Soy nuevo en esto.

La Martina que ahora estaba en sus brazos sonrió ampliamente cuando me notó, apretó un peluche de jirafa que tenía en sus manos y luego lo extendió hacia mi.

—Hola, pequeña. —la saludé a la vez que tomaba el peluche y tocaba su suave nariz.

—Mmh, firmar no. Pero si tienes que decirme tú nombre —la Vale le sonrió en modo pelación— tu cachai, tiene que quedar registrada la persona que vendrá a buscarla y todo...

Me concentré en la Martina tratando con todo mi corazón no reírme del chamullo de mierda que estaba metiendo mi amiga.

—Ah... sí, lo que pasa es que vine porque su papá no podía. Quién realmente va a venir todos los días es él, su nombre es Vicente...

Puta vida.

Me cago en todo ¿por qué me lo recuerdan así?

¿Señora Juanita? Ajá, le quería presentar mi renuncia. Fue un placer trabajar aquí durante unos minutos, pero por motivos de fuerza mayor debo retirarme.

—Ya, buena. Pero es que igual necesito tu nombre. —la Vale se encogió de hombros haciéndose la que estaba tranquila— son cosas del jardín.

Podría cederle mi lugar a la Valeria...

El macho recio pecho pelado (probablemente) rascó su nuca mientras ponía la vista sobre mi amiga. Se veía incómodo y definitivamente él no quería decir su nombre.

PAPI MECHÓN (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora