VICENTE
Tomé todas las hueás que pude entre mis brazos, las saqué del departamento y las dejé en el pasillo.
Me devolví hacia el living, tomé mi celular y marqué el número de mi mamá.
Sonaba y no contestaba.
Por la mierda, ¿pa' que cresta tiene celular si no lo contesta?
Recogí un par de juguetes de mi hija que estaban tirados en el suelo y los dejé sobre el sillón.
Caminé a la cocina con el teléfono aún presionado contra mi oreja, me mandó a buzón y tuve que marcar otra vez.
Ayudé a sujetarlo con mi hombro cuando necesité las manos para tomar la mamadera de mi bebé y probar si la leche estaba o no muy caliente.
Miré hacia abajo hacia mi atuendo, todavía ni siquiera me había vestido completo.
Con cuea me había bañado y pa' más remate estaba mas atrasado que la chucha.
Corrí hacia mi pieza, saqué unas hueás de mi closet, las tiré encima de la cama y luego me acerqué a mi pequeña.
—Mi amor, ¿ahora si te quieres levantar? —le pregunté mientras tiraba de su pelito hacia atras.
Estaba más enredado que la cresta, pero nicagando la peinaba, yo tenía cero suavidad y la Martina unas cuerdas vocales cuáticas.
—Ño. —ella me contestó con la vista en la tele.
Ni siquiera me miró.
—Bebé... mira —me moví un poco para luego tomar entre mis manos las sugerencias que tenía a su vestuario— este vestido es muy bonito, de princesa. ¿Te pongo este?
Me miró con sus ojitos azules y un puchero en los labios.
—Ño.
Ella no sabía muchas palabras, pero su favorita definitivamente era No.
Suspiré frustrado mientras me levantaba y caminaba hacia la cocina otra vez, tomé la mamadera, volví a probarla echando un poco en mi brazo y notando que estaba buena me fui otra vez a la pieza.
—El trato es este jovencita, te tomas la leche acostadita ahí, tranquilita y te levanto ¿ya?
Extendí la leche hacia ella mirándola con mis ojos entrecerrados, tomó la mamadera y antes de empezar a beber su interior; me sonrió mostrándome sus pequeños dientecitos.
Inevitablemente sonreí.
Esta mujer me tenía completamente domado.
Empecé a hacer mi mierda para avanzar al menos conmigo ya que la Martina no quería cooperar.
Me puse los pantalones, los calcetines, las zapatillas y cuando iba por la polera escuché la puerta sonar.
Fui hasta allá aprovechando el transcurso para terminar de vestirme y cuando estuve frente a la puerta la abrí.
—Por dios hombre, ¿cómo se te ocurre dejar estas cosas ahí afuera? —mi mamá entró con el bolso de la martina, sus juguetes y su frazada en sus brazos.
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PAPI MECHÓN (editando)
Teen FictionDe como una cabra de cuarto medio se fija en un papá soltero, antipático y orgulloso.