CINCUENTA Y UNO

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—¿Ahora me puedes explicar por qué yo te estoy acompañando y no la Valeria?

El Tomás puso los ojos en blanco mientras dejaba caer unas hueás en el carrito de supermercado y lo empujaba por los pasillos del éste; ignorándome.

Y no lo culpaba tampoco, lo que más había hecho desde que nos juntamos era reclamar.

¡Pero es que no quería estar con él!

Por su culpa tuve que abandonar mi tan preciada tarde con la bendi, ¿para hacer qué? ¡acompañarlo a comprar hueás inútiles!

—La Valeria está ocupada y necesito que al menos una de ustedes esté de acuerdo con los colores —me contestó elevado sus hombros, probablemente tratando de mantener su paciencia conmigo—. No puedo decidir todo yo, se supone que somos un trío.

—Nosotras te dijimos que estábamos de acuerdo con tu idea esa de... —empecé a decirle, pero no pude terminar de hablar ya que no recordaba.

¿Cuál era la idea?

—La pancarta contra el TPP 11.

—¡Eso! —grité, porque justo cuando él empezó a hablar yo me acordé.

Que cosas ¿no?

—Agradece que considero sus opiniones. —me retó en ese tono que generalmente usaba la gente para hacer sentir mal a la otra persona.

Y lamentablemente funcionó.

Pasé ambas manos por mi cara y luego golpeé mi pie contra el suelo como una cabra chica.

—No me hablís como si el trabajo no me importara porque sí lo hace, me importa —empecé a hablarle con el ceño fruncido—. Pero ¿necesariamente tenía que ser hoy cuando compráramos las cosas? Yo también estaba ocupada, Tomás.

—A mí no me pareció eso.

—Bueno a mí me importa un pico lo que tú pienses, no te costaba nada preguntarme o mandarme un mensaje culiao. —solté, solo un poquitín enojada.

—¿Te podís calmar? —me pidió con las cejas fruncidas, luego de haber puesto los ojos en blanco—. Tampoco nos vamos a demorar tanto.

—Contigo nunca se sabe.

No me pescó, en cambio, lo que hizo fue revisar los precios de unas pinturas.

—¿Por qué no fuimos a una librería? —cuestioné, cachando las pocas opciones que teníamos—. Nos hubiera salido hasta más barato.

—¿Y de dónde sacaste que las librerías están abiertas hasta tan tarde los días domingo?

Ah cierto.

—Entonces debimos haber comprado mañana.

—La pancarta es pa' mañana —me contestó sin siquiera mirarme. Sentí que era la hueona más irresponsable del mundo—. Tenemos el trabajo escrito no más, con eso solo nos sacamos un 3,5 y no estoy dispuesto a bajar mi promedio en artes por culpa de ustedes.

—Perdónenos, señor Picasso.

—¿Cómo? —cuestionó, ahora sí dándose la vuelta para mirarme.

—¡Que me duele el brazo! —le grité esperando que eso le dejara en claro las cosas—. Ya que esto es para mañana supongo que vamos a pasar de largo hoy, por lo que voy al pasillo de las energéticas. —le avisé, recibiendo en respuesta de su parte un simple asentimiento de cabeza.

PAPI MECHÓN (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora