En ese momento estaba súper enojá.
Una de las cosas que más me molestaba era cuando los adultos se ponían a pelear frente a niños chicos, independiente de si fueran o no sus hijos, se me hacía tan estúpido.
¿Qué culpa tenían ellos de sus dramas culiaos?
Probablemente era súper patúo de mi parte, pero no lo pensé dos veces antes de tomar a la Martina e irme a la chucha.
No conocía ni de cerca el drama que podía tener el Vicente con esa mina, pero un mínimo de respeto por su hija.
—¿Aronde vamos? —me preguntó la Martina mientras miraba alrededor.
Chupalla.
Seguí su mirada buscando algún lugarcito para esperar al saco e wea de su papá. Si bien lo que había hecho era por el bien de la Martina, yo ni siquiera era de su familia y si me iba lejos con ella quizás al otro ahueonao se le ocurría hasta denunciarme.
—Creo que hay una heladería cerca —le contesté mientras buscaba en los alrededores— ¿te gustaría tomar un helado?
—¡Sí! —respondió alegremente mientras aplaudía con sus pequeñas manitos— uno de fresa con chotolate y vanilla con chispitas de cololes.
Sonreí, aunque por dentro estaba un poco asustá.
Últimamente todo era más caro y un helado así, pff, mínimo cinco lucas.
Y yo andaba con tres po hueón.
Al llegar a la heladería rápidamente fuimos hacia la vitrina en la que estratégicamente estaban puestos en orden los sabores de los helados.
La Martina se tomó su tiempo para elegir.
Y hablo totalmente en serio, probablemente se demoró quince minutos para luego de casi fundir su cerebro optar por pedir los sabores que anteriormente me había mencionado.
—Serían $3,500 —el loco de los helados me dijo mientras anotaba el precio en un papel— páguelo en caja y me trae la boleta.
¿3,500? ¿En serio? ¿No podían ser 2,999?
Miré a la Martina quien tenía una sonrisa gigante en su cara, totalmente pura e inocente.
Señor ¿por qué?
Obviamente no le dije que tenía que quitarle un sabor al helado o alguna hueá, eso era lo peor que se le podía decir a un niño.
Tomé una respiración mientras consideraba las opciones.
¿Será que podía vender mi cuerpo? ¿Era una opción considerable?
Dejé a la Martina en el suelo mientras revisaba mis bolsillos.
¡Mierrrrda! ¡Se me había quedado la mochila en el jardín!
Por la chucha, trágame tierra.
Estas hueás solo me pasaban a mí.
Le sonreí al tipo de la caja haciéndome la hueona ¿y ahora? yo no sabía decir que no.
Iba a abortar la misión, de hecho estaba apunto de agacharme para decirle a la Martina la triste noticia cuando alguien me empujó con suavidad, prácticamente dándose un lugar en la caja.
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PAPI MECHÓN (editando)
Teen FictionDe como una cabra de cuarto medio se fija en un papá soltero, antipático y orgulloso.