UNO

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—¡Cuidado!

A lo lejos escuché el grito, sin embargo, estaba tan metida en mi onda que no me di la paja de cuestionar a quién iba dirigido y mucho menos darme la vuelta para descartar si era o no hacia mí. Las posibilidades eran una entre alrededor de doscientas personas así que por primera vez no me hice caldo de cabeza, confié y seguí caminando.

Pero obviamente las cosas nunca salían como las planeaba.

—¡Maite! —eso sí había sido más específico y aún más viniendo la conocida voz de mi mejor amigo, por lo mismo el pánico comenzó a llenarme desde la punta de mis pies hasta el último centímetro de mi pelo más largo.

¿Qué era? ¿Un balazo? ¿Una bomba? ¿La profecía finalmente se había cumplido y la lámpara colgante de la sala se iba a caer encima de mí?

Dándome la vuelta con reflejos más rápidos que los vampiros en crepúsculo busqué con la vista a la mugre de mi carne cuando una pelota me golpeó justo en frente, porque claramente la lámpara no se me podía caer sobre mí estando en pleno patio.

Con-che-tu-ma-re.

La caída de poto al suelo fue inevitable, al igual que el fuerte ardor que comenzó a irradiar mi frente. Puta la hueá, todo me pasaba a mi. Un chichón me iba a quedar, estaba completamente segura, como que mi nombre era Maite Rodriguez. Como la hija de la Carolina Arregui, pero sin tanta belleza y con muchos menos ceros en mi cuenta de banco.

—Mi amorrrr, ¿estai bien? —el Felipe se arrodilló a mi lado y con cuidado quitó las manos que me había llevado a la frente en un esfuerzo inútil de calmar la palpitación que había dejado el golpe, me hizo nanai con una expresión de culpa en su cara y creyéndose un hada mágica dejó un besito sobre el lugar afectado.

Enojá, lo aparté de una.

—¡Ahueonao! casi me sacai la cabeza —le grité, sin tomar en consideración la posible presencia de profes a nuestro alrededor—. ¿Te pagan o qué hueá? ¡Porque de ser así exijo la mitad de plata que te dan porque debe ser caleta! Más encima me preguntai si estoy bien. Acabai de ver como me pegó la hueá, sacohuéa. ¿Te caíste cuando chico o qué? ¿te daban petróleo?

—Ya tranqui... —intentó apaciguarme, se le veía incómodo mientras se rascaba la nuca necesitando tener las manos ocupadas en algo— le dai color, si tampoco fue tan fuerte...

—¡Gente! —interrumpió mi mejor amiga apareciendo en mi campo de visión. Tenía una amplia sonrisa copuchenta en la cara y un vaso de tutti-frutti en las manos—. Escuché las risas desde el otro lado del colegio ¿Qué paso? ¿Quién fue el ahueonao? —cuestionó con rapidez, hasta que me vio tirada en el suelo y su expresión pasó de divertida a confundida— ¿Qué estai haciendo ahí, hueona? ¿Te caíste?

—¡Noo, me agaché a ver una hormiga! —le contesté con ironía y una sonrisa en los labios, sonando más pesá de lo que esperaba.

En respuesta la Vale puso los ojos en blanco.

—Le di un pelotazo. —le contó el Felipe con simpleza, como si todo fuera un chiste.

—¡No hueí! —le gritó la traicionera que se hacía llamar mi mejor  amiga comenzando a reírse a carcajadas, combinando al Viñuela y al Pancho Saavedra—. Puta oh, me lo perdí.

Puse los ojos en blanco.

—Ah, que chistoso.

—Ya hueona, no seaí amargá —me retó la Vale. Ya había dejado de reírse y como una ofrenda de paz extendió su mano hacia mí, la tomé y con un impulso me levanté— ¡Concha de su madre!

PAPI MECHÓN (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora