—¡Ño!
Di una vuelta en modo flash apenas escuché el grito de la pequeña a mi cuidado.
La sudé por una milésima de segundo pensando que algo le había pasado, sin embargo, me relajé casi completamente cuando caché el motivo de su grito.
—Cresta. —solté sin pensar, al cachar como el helado que acababa de comprarle hace exactamente un minuto atrás estaba esparcido por el suelo.
Lo único que permanecía en su mano era el cono envuelto en una servilleta.
Que bonito.
—Clesta. —ella repitió el insulto con su ceño fruncido, pareciendo enojada.
No pude evitarlo y me empecé a reír de lo tierno que le había salido el disparate, además de que la expresión en su cara hacía que se viera aún más tierna de lo que era.
Y seguí riéndome, hasta que caché la gravedad del asunto.
—¡No, no digai eso! —le advertí media alterada. El Vicente me iba a colgar— esas cosas no se dicen. —le enseñé y esperando que no preguntara por qué yo lo dije, la distraje:— Ten mi helado, yo no lo quiero.
La verdad es que sí lo quería, pero en momentos como ese; la felicidad de la bendición iba ante todo.
#mamáenproceso.
—Glacias. —susurró con una sonrisa tierna mientras me entregaba su cono vacío y luego recibía el helado que le estaba entregando
Con su mano libre tomó la mía y seguimos caminando como si nada hubiera pasado.
¿Por qué nunca salía con plata de sobra? ¡Siempre me terminaba faltando, hueón!
Todo me pasaba por apretá.
Ahora me jodía sin helado, obligada a comerme el puro cono que ni siquiera me gustaba.
Llevaba cuatro días cuidando a la Martina y todo estaba saliendo de maravilla, a pedir de boca y todas esas expresiones raras.
Sin embargo, como nada es perfecto, también había un lado malo en el asunto...
Llevaba tres días sin verle ni la sombra al Vicente. Y no, no es que extrañara su simple presencia y su hermosura, na' que ver.
Me hacía falta su dosis de mala onda.
La gente estaba demasiado buena leche conmigo, me faltaba la mala vibra ¿saben?
Un tirón en mi mano me hizo poner mi atención de nuevo en la pequeña a mi cargo, bajé la mirada y pude comprobar que me estaba mirando con una sonrisa.
—Memé ¿quieres ir a mi cumpleaños?
No estaba segura de si eso había dicho con exactitud, sin embargo, descifrando códigos e interpretando sus gestos podía estar casi segura de que esa fue su pregunta.
—Pero tú cumpleaños es en octubre. —le recordé con el ceño fruncido.
Estábamos recién a finales de julio.
—Ti. —fue lo único que me dijo, como si no le importara mucho en realidad.
Puso su vista al frente y siguió caminando con normalidad.
Terminé asintiendo con mi cabeza, después de todo no veía un motivo por el cuál no ir a su cumpleaños. Aunque faltara caleta.
Demás seguíamos en contacto ¿o no?
Al llegar a la plaza revisé bien el pasto y luego nos sentamos.
Me encantaba ir a la plaza, por algún motivo el ambiente siempre me relajaba de alguna u otra forma. Sin embargo, no pasamos ni un minuto sentadas cuando la bendición extendió el helado hacia mí pa' que lo tomara y luego empezó a hacerme ojitos mientras apuntaba con su dedito a los juegos frente a nosotros.
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PAPI MECHÓN (editando)
Teen FictionDe como una cabra de cuarto medio se fija en un papá soltero, antipático y orgulloso.