DIECISÉIS

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—Nunca te he pedido nada en la vida, pero justo ahora y de todo corazón te pido que por favor no me dejes aquí, hermana.

A mi lado la Amelia me miró con compasión por unos segundos hasta que se puso a reír.

—Que dramática, me encanta. —fue su respuesta.

Dejé caer mi cabeza en el espaldar del asiento del auto, me iba a matar, hablaba en serio. ¿Cómo salir de una situación a la que no quieres hacer frente? díganme que no sé.

—Además ¿cuál es el drama? —quiso saber.

—¿El drama con qué? —me hice un poco la hueona, solo un poco.

—No entiendo. Te gustan los cabros chicos, prácticamente fuiste tía de jardín y ahora te arrugai por ir a jugar con una niñita.

Abrí la boca, pero nada salió de ella. No sabía ni como empezar a darle mis argumentos.

—Ni siquiera conozco la casa o a sus habitantes ¿cómo querí que me quede en un lugar que no conozco? —fue lo primero que se me ocurrió.

—No es una casa, es un departamento. —me corrigió, como si eso fuera importante— y por lo que tengo entendido solo viven ahí el papá y la bendición.

Si mi hermana supiera que eso es lo que más nerviosa me pone.

—Ah y además, la persona que ofreció venir fuiste tú —le recordé— ¿por qué no vas tú misma a jugar?

—Porque yo te ofrecí a ti, duh.

—Ya pero...

—Te quedaste sin nada más. —se burló mientras abría la guantera y sacaba sus lentes de sol para ponérselos.

—No. Aún me queda algo.

—¿Ah sí? —prácticamente me estaba provocando— a ver, dímelo.

—Ni siquiera sabemos si el hueón de su papá está de acuerdo con que viniéramos.

—Vinieras —volvió a corregirme— en eso tienes razón, pero por lo mismo estamos aquí afuera de su edificio esperando que llegue y preguntarle. Si dice que no, nos vamos no más.

Dejé caer mi cuerpo casi en estado vegetal en el asiento, me había quedado sin excusas y eso me hacía perder en contra de mi hermana.

Lo peor era que si le decía la verdad del asunto y lo saco e huéas que ha sido el Vicente conmigo, ella me encontraría la razón, pondríamos una ley de restricción imaginaria y nos alejaríamos lo más posible de ellos.

Pero no podía decirle verdad por el simple hecho de que me daba vergüenza.

Sip, yo era una cobarde culiá.

—Oye —le hablé a mi hermana.

Resulta que me había surgido una duda de la nada y necesitaba saber la respuesta.

No me dijo nada debido a que estaba comiéndose unas gomitas, sin embargo, me dio paso a seguir hablando con un movimiento de cabeza.

—¿Por qué estai haciendo todo esto?

Tragó y me dio una mirada confundida.

—¿Qué cosa?

—Esto. —hice un gesto con mis manos dándole a entender a lo que me refería— insistir con esto, traerme y básicamente preocuparte tanto por una niña que ni conoces.

Se quedó callada por un rato, puede que preguntándose lo mismo que yo.

Pasaron unos minutos y contestó;

PAPI MECHÓN (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora