CATORCE

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—Igual se veía rico el papá ¿o no?

Fruncí el ceño mientras le daba una mirada a mi hermana.

—Eso es lo más perturbador que te he escuchado decir y eso que te la pasai hablando cosas raras. —le dije, echando una caja de cereales al carrito.

Con la Amelia andábamos haciendo las compras del mes en el supermercado, aprovechando que mi papá estaba en una cita. Y con "aprovechando" me refiero a que estábamos comprando puras hueás que en general mi progenitor no nos deja comprar por eso de la "alimentación sana" que tiene.

—Pero se veía mino, admítelo —insistió mi hermana empujando el carrito.

Me quedé pensando por unos segundos, recordando su pinta. Demasiado elegante.

—Su ropa daba la impresión de que iba a un entierro...

—Ojalá po. —me contestó con una sonrisa y una mirada perversa.

Al principio no entendí, luego cuando procesé bien la info y hasta me hice una imagen mental; me dieron ganas de vomitar.

—¡Que erí cochina, Amelia!

—Ya sé, soy lo peor. —me dio una sonrisa orgullosa y luego cuando notó la caja de cereales que escogí; puso una mala cara y la apuntó con su dedo— ¿esa hueá vai a llevar?

Puse los ojos en blanco.

—Déjame tranquila y preocúpate de tus cosas.

—Oye sí, hablando de preocuparme de mis cosas... ¿qué onda con el cabrito con el que andabai? No recuerdo su nombre.

Por un rato me quedé callada, pensando en las posibles hueás que le podía inventar para evitar soltar la verdad del asunto.

Sabí que no lo pesqué por días por andar pendiente de cierto hueón mal educado compañero tuyo en la universidad y que pa' rematar tiene una bendición, así que él simplemente me hizo a un lado.

Esa era la verdad.

Sin embargo, lo que le conté fue:

—No era muy mi onda, así que preferí hacerme a un lado antes de la cosa se pusiera seria.

Una mueca apareció en sus labios mientras me miraba en actitud compasiva.

—Pucha que lata, pollo. Te veía ilusionada.

Igual en parte era verdad lo que dije.

Al menos por mi lado había perdido el interés súper rápido, sobre todo cuando pasados dos días de vacaciones de invierno se había comido a todas las minas existentes en el pueblo de su abuela en el sur.

Porque a pesar de lo que creen, mi interés no había caído por el Vicente. Na' que ver. De hecho ni siquiera me gustaba ese hueón, solo me intrigaba demasiado su vida.

—Cosas que pasan. —elevé mis hombros mientras me hacía la tonta revisando unos paquetes de lasaña— ¿llevamos? —le mostré uno y ella rápidamente asintió. Lo tiré al carrito y seguimos caminando por los pasillos— ¿qué pasó con el mino que te queríai comer?

Llevé mi vista a mi hermana y ella simplemente elevó sus hombros.

—Ya lo hice. —respondió con simpleza— No fue nada especial. Resulta que me hice demasiadas expectativas y el loco guateó.

¿Por qué chucha mi hermana se metía con puros hueones siempre? ¿o era que la práctica la había hecho muy experta?

—¿Da malos besos?

PAPI MECHÓN (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora