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¿Cachan la sensación de ahogo que da cuando quieres contar algo y no tienes a quién?
Así estaba yo.
No le podía contar mis dramas a la Valeria porque ella estaba demasiado ocupá con los suyos propios, al Felipe tampoco porque tenía exactamente el mismo drama que la Vale y a mi hermana ni siquiera la estaba viendo mucho por culpa de la U.
Quizás debería considerar de una vez por todas expandir mi circulo de confianza...
Mmmnhno.
Eran las tres de la tarde, estaba aburrida, sola y desamparada, acostada en el piso del living, mirando a la nada y pensando en todo. Probablemente mi papá estaba en cirugía o algo que involucrara mucha sangre, mientras que la Amelia permanecía encerrada en su pieza; comiéndose las medias biblias con el fin de pasar invicta su semestre.
Hacía calor y estaba más aburrida que la cresta... Hasta que la salvación llegó.
Apenas escuché el timbre salí corriendo, no porque estuviera esperando a alguien, sino que en el caso de que mi hermana hubiera encargado comida, podía meterle conversa al repartidor. Porque sí, así de desesperada estaba esta pobre muchacha.
Sin embargo, casi me da un ataque al corazón cuando abrí la puerta y me encontré con la Martina.
Acompañada lamentablemente por él Javier.
Pero a ¿quién le importaba eso? ¡Era la bendi!
—¡Sorpresa! —trataron de gritar al mismo tiempo sin obtener los resultados esperados—. Debimos haberlo ensayado más. —comentó mi cuñado con una mueca entre sus labios.
—¡Hola, memé! —me saludó la bendi con una sonrisa amplia que me derritió el corazón, en su espalda tenía una mochila de la minnie y en sus brazos el peluche que yo le había regalado.
Porque después de todo Zucarita sí se había perdido y en su reemplazo compré un peluche al que bautizamos como Chocapic.
De hecho, era el mismo peluche con la mínima diferencia de que le hice una corbata.
—Hola, preciosa —la saludé, extendiendo mis brazos en su dirección para poder tomarla y cuando ya la tuve más cerca la abracé.
—La tía no está y con el Vicente estamos hasta el pico estudiando —comentó el Javier ganándose una mala mirada de mi parte, la cual obviamente pasó por alto—. Así que te tocó el ocho. Llámame cualquier hueá ¿ya?
—¿Hasta el pico? —cuestionó la bendi, con una mirada confusa e interrogante.
Obviamente le di una patada a mi cuñado.
—Usted no pregunte cosas que no quiere saber —le recomendó el Javier a la Martina mientras tocaba la punta de su nariz haciéndola reír—. Nos vemos más tarde, pulga, pórtate bien —se despidió de ella y cuando creí que iba a empezar a caminar hasta el auto, le dio una mirada a la bendi—. ¿Te sabes el número de los pacos? porque acuérdate que debes llamarlos si la memé te hace algo.
—¡Ya ándate! —le grité riéndome mientras lo empujaba para que se fuera luego.
Cuando lo hizo cerré la puerta.
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PAPI MECHÓN (editando)
Teen FictionDe como una cabra de cuarto medio se fija en un papá soltero, antipático y orgulloso.