MAITE
¿Qué cresta estaba pensando?
Aparentemente nada. Como siempre.
Sentí la mirada del chofer del uber sobre mí en todo momento y era obvio si con lo nerviosa que estaba parecía que me iba a dar un patatús ahí mismo. Además, debido a que se me había ocurrido la brillante idea de sentarme como copiloto; el chófer tenía acceso visual completo pa' deleitarse con mis rarezas nerviosas.
—Señorita —escuché que me decía—. ¿Se encuentra bien?
¿Acaso me veo bien, caballero?
—Sí —terminé contestándole como la vil mentirosa que era—. No se preocupe.
A pesar de haber repasado mentalmente unas tres veces en mi cabeza antes de salir de la casa lo que tenía que decirle al Vicente, no me sentía segura. Lo cual me hacía considerar por enésima vez por qué chucha había decidido ir a hablar con él a su casa.
La respuesta llegó instantáneamente:
Porque era estúpida. Una completa estúpida.
—Hasta aquí llego. —me avisó el Don Uber.
Estaba segura de que él se sentía aliviado de por fin dejarme. Aunque claramente jamás me lo hubiera dicho ya que con su cortesía y su forma de tratarme se jugaba la cantidad de estrellas que yo podía asignarle en la app.
—Gracias. —le respondí mientras trataba de soltarme el cinturón de seguridad.
Cuando lo logré me bajé manteniendo la duda. ¿Y si mejor me devolvía a mi casa? El Javier estaba cocinando lasaña y estaba segura de que la Amelia se iba a comer mi pedazo si yo no llegaba a tiempo. Asentí con la cabeza, definitivamente tenía que devolverme, sin embargo, cuando me di la vuelta con la idea de subir de nuevo al uber pa' devolverme a mi casa; el muy hijo de su mamá ya se había ido.
Que agradable sujeto.
Tomé un poco de mi escaso tiempo para detenerme a pensar la situación, sin embargo, a los segundos llegué a la conclusión de que tenía que dejar de quemarme la cabeza y empezar a poner mis ovarios en su lugar.
Aunque estos parecían habérseme quedado en la casa, obviamente seguían en mi interior.
Yo misma había tomado la decisión de ir al departamento del Vicente. Nadie me había obligado. Y por lo mismo tenía que hacerle frente a mis decisiones.
Ya estaba ahí, no podía retroceder.
Levanté la cabeza y junto a toda mi ansia de respuestas, empecé a caminar hacia el edificio.
Al cruzar la puerta de este, saludé amablemente al portero que era un sol conmigo siempre que me veía. Posteriormente caminé al ascensor y de milagro cuando presioné el botón, las puertas de este se abrieron de una; revelando a una mami zorrona muy alterada.
Lo sabía porque tenía el medio caracho.
—Lo que me faltaba —soltó en mala mientras ponía sus ojos en blanco al reconocerme—. El Vicente está en el departamento.
No supe que responder y de haberlo sabido tampoco hubiera tenido la posibilidad de hablar ya que apenas terminó de decir palabra, la mina salió del ascensor y me sacó la vuelta pa' poder seguir caminando.
—Ah y déjame decirte... —habló unos pasos tras de mí, por lo que me volteé a mirarla— Que es todo tuyo, porque a mí ya me tiene chata. No sé que pensaba queriendo volver con él si está más que claro que no funcionamos.
ESTÁS LEYENDO
PAPI MECHÓN (editando)
Подростковая литератураDe como una cabra de cuarto medio se fija en un papá soltero, antipático y orgulloso.