CUARENTA Y SEIS

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—Ahora es cuando debo marcharme.

Negué con la cabeza efusivamente mientras le daba una mirada suplicante al Javier.

—No te vayai po. —le imploré, aunque honestamente no cachaba bien el por qué de mi comportamiento tan ahueonao.

¿Por qué chucha le estaba dando color, cuando debería estar feliz con la presencia del Vicente?

¿Será porque estás enojada y sentida con él?

Ah sí, verdad.

—¿Y por qué no? —cuestionó el objeto sexual de mi hermana. Tenía el ceño fruncido y pa' variar estaba más perdido que la chucha.

—Filo. —solté mientras hacía un gesto desganado con mi mano hacia él.

Alzó ambas cejas en mi dirección y luego simplemente me dejó sola.

Era raro, pero casi podía escuchar a la Amelia hablándome y dándome sus típicas frases de aliento pa' cuando algo iba turbulento.

Usted tiene los ovarios bien puestos mijita, hágase cargo de sus problemas como una mujer grande, madura y poderosa.

Y eso claramente era lo que iba a hacer.

Saqué pecho y sin darle más vueltas al asunto me levanté del sillón pa' empezar a caminar hacia el Vicente, sin embargo, no alcancé a dar ningún paso porque él ya estaba frente a mí; con su maravillosa presencia.

—Hola. —susurré como ahueoná.

—Hola —me contestó. Sus cejas de la nada se habían fruncido y antes de volver a soltar palabra relamió sus labios— ¿Podemos hablar ahora o de nuevo vas a salir corriendo?

Entreabrí los labios.

¿Había escuchado mal por culpa de la música o de verdad había dicho eso?

—¿Perdona?

Por un momento me miró sin decir nada, parecía que estaba analizando mi pregunta porque luego de unos segundos habló:

—Vamos afuera.

—¿Por qué? —cuestioné, pero de todas formas fui detrás de él cuando empezó a ir hacia la puerta que daba con el patio de mi casa.

Aparentemente él no me estaba escuchando nada y quería creer que era por la música y no porque me estuviera ignorando.

Cuando llegamos a la puerta el Vicente la mantuvo abierta pa' que yo pudiera salir antes que él y así lo hice, sin sorprenderme mucho de ese tipo de gestos de su parte. Lo malo fue que apenas crucé el umbral me cagué de frío.

Hubiéramos conversado en la pieza mejor.

No miré hacia atrás, sin embargo, cachaba que él me estaba siguiendo por lo que fui directamente hacia los sillones de exterior que las Amelia había comprado pa' dormir en el patio cuando hacía mucho calor en verano. Al llegar obviamente me senté ya que me dolían caleta los pies por culpa de los tacos.

Estuve por unos segundos mirando al Vicente, casi y transmitiéndole mentalmente que se sentara igual, pero parece que el mensaje no le llegó bien porque lo que hizo fue quedarse de pie con las manos dentro de sus bolsillos.

Y debido a que nuestras posiciones me ponían incómoda, necesariamente tuve que pararme.

¿Se supone que teníamos que jugar al cachipún pa' ver a quien le tocaba hablar?

—¿No tienes nada que decirme?

—¿Debería decirte algo? —cuestioné, cruzando ambos brazos sobre mi pecho.

PAPI MECHÓN (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora