CINCUENTA Y DOS

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Pasar de largo era lo peor de la vida.

¡No lo hagan en casa, chicos!

Lo único bueno de todo era que debido a los dramas que había tenido ayer, ni siquiera tuve que tomarme un café pa' despabilar y no dormirme para poder terminar la pancarta.

Simplemente pensaba en el Vicente.

En que me caía mal, en que era un gil culiao y esperaba que no me saliera nunca más en la sopa para poder encaminarme bien en mi proceso de superación. Porque, honestamente tenía tantas ganas de odiarlo, tantas ganas. Buscaba entenderlo y tratar de cierta forma de no culparlo completamente a él por lo que estaba pasando, pero no podía, después de todo eran sus propios cagazos lo que habían arruinado todo entre nosotros.

Aunque a ratos me sentía tonta porque una parte de mí me dijo desde el principio que era que él siempre iba a sentir algo por la Josefa. La mina fue como su primer amor, por la chucha, si hasta tenían una hija juntos.

Yo no podía competir contra eso.

No, de hecho a mí ni siquiera me alcanzaba para ser su competencia.

—¿Por qué la carita de pena?

Levanté la vista para ver a mi hermana, con todo el tiempo que había estado encerrada en la pieza sin ver la luz del sol ahora se veía incluso más pálida que de costumbre.

—Nada, estoy cansada no más y tengo sueño —le contesté, apoyando mis codos sobre la mesa—. ¿Cómo te fue en la prueba?

—Supongo que bien —me contestó tomando una manzana pa' empezar a comérsela—. Eso espero en realidad, porque me hice pico estudiando todos estos días.

—Anda a dormir —le sugerí con una mueca mientras me bajaba de la silla—. Eso haré yo.

—No puedo —hizo un puchero en mi dirección para luego negar con la cabeza—. El Javier fue a su casa a cambiarse ropa y viene.

—Ta bien, buenas noches. —me despedí de ella haciendo el símbolo de paz y me fui.

...

Yo trataba de que la gente no cachara lo afectada que me tenía mi ruptura —a pesar de que las ganas de pegarme un tiro se notaban— porque no me gustaba que me tuvieran pena.

Pero no le iba a disimular a nadie, mucho menos a mi hermana, que si terminaba con el Javier yo me iba a tirar del segundo piso.

O de su propio auto en movimiento.

No es como si las cosas entre ellos estuvieran malas y hayan dejado de quererse, porque mi cuñado cada día estaba más enganchado de mi hermana. Tengo pruebas y cero dudas.

Pero por algún motivo, razón o circunstancia, andaban raros entre ellos.

Ambos estaban en la casa, pero en lugares completamente diferentes. De hecho, desde la ventana de mi pieza perfectamente podía ver al Javier acostado en los sillones del patio, mientras veía memes en su celular.

Lo sabía porque a ratos lo veía sonreír.

Y por otro lado la Amelia estaba en el living viendo CSI.

PAPI MECHÓN (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora