CUARENTA Y CINCO

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—¿Qué tan curá estai del uno al diez?

Levanté los cinco dedos de mi mano en respuesta, sin embargo, opté por planteármelo un poco más y al final me corregí; agregándole dos dedos de mi mano izquierda a la respuesta.

—Ya —mi mejor amiga opinó sin que nadie se lo pidiera—. Trae la cerveza pa' acá.

—Aers —murmuré con mi ceño fruncido mientras llevaba el vaso tras de mi espalda— ¿de quién es el hígado?

Nada hacía presagiar que en mi estado de ebriedad iba a ser conflictiva.

—Obviamente tuyo, pero en mi deber como mejor amiga debo cuidarte. —chamulló a su favor para luego tomar de mi mano el vaso.

No sé por qué, pero me había vuelto lenta.

—¿Querí comer torta? —sugirió botando el vaso plástico en uno de los miles de basureros que estratégicamente había puesto mi hermana en los alrededores de la casa.

—Ya bueno. —le contesté como cabra chica pesá y luego crucé mis brazos.

En realidad tampoco me parecía mala idea ahogar mis penas en azúcar.

Porque puta que tenía pena.

—Vuelvo en un rato —me avisó, pero no se fue. De hecho se quedó mirándome por un rato demasiado largo—. No hagai nada estúpido

Fruncí el ceño. ¿Por quién me tomaba?

—Obviamente no. —le contesté, haciendo un ademán con mi mano que ella realmente no pudo ver ya que estaba demasiado lejos.

Acomodé mi cuerpo de una forma aún más perezosa en el sillón y aprovechando que no había nadie cerca que perturbara mi paz; cerré pesadamente los ojos.

No quería irme a la pieza porque eso iba a preocupar a mi hermana y lo que menos quería en ese momento era cagar su cumpleaños, pero tampoco quería seguir estando ahí cuando realmente no estaba disfrutando nada.

Extrañaba mucho al Vicente.

Y lo peor era que me sentía confundida respecto a la pará en la que estábamos.

Cuando le dije que me molestaba la presencia de la mami zorrona él simplemente lo dejó pasar y ni siquiera le tomó el mínimo de importancia que correspondería en una situación así.

Es decir, si me molestaba ¿por qué no hizo algo? si se suponía que estábamos bien po.

¿Cierto?

¿O yo estaba siendo muy inmadura?

—Tú amiga se tropezó con una piedra en el camino así me asignó el peso de terminar su misión. —escuché decir, pero me costó un poco reconocer la voz, por ende solamente cuando vi al Javier sentado a mi lado, caché que, obviamente era él.

—¿Qué hueá? —cuestioné.

Javier culiao ¿qué le costaba hablar bien?

—Que tu amiga se quedó en la cocina conversando con un loco y me mandó a mí a entregarte el trozo de torta. —tradujo, haciéndome asentir con la cabeza.

—¿De qué es la torta? —indagué mientras miraba el plato sin cachar ni una hueá.

—Panqueque naranja —me contestó como si fuera obvio—. Tú misma la compraste po, si es la favorita de la Amelia.

—¡Ah, verdad po!

—Ehh ya —comentó mi cuñado con una sonrisa que denotaba que se estaba burlando de mí.

PAPI MECHÓN (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora