CINCUENTA Y SIETE (XL)

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—Eh... —balbuceé en respuesta. Sin entender del todo lo que había tratado de decirme—. La Martina se durmió hace un rato. —terminé diciendo, cambiando el rumbo de la conversación.

Por unos milisegundos no me respondió y simplemente me miró con atención, como si no entendiera lo que estaba diciendo, probablemente porque esperaba una respuesta diferente de mi parte ante sus palabras. Luego, asintió con la cabeza mientras pasaba una mano por su nuca.

—¿Quieres comer algo? —cuestionó, haciéndome fruncir ligeramente el ceño.

¿Acaso me habían sonado las tripas?

—¿Por qué? —cuestioné y él me sonrió.

Interiormente me derretí.

—Porque has estado toda la tarde aquí y no comiste —respondió como si fuera súper obvio, al mismo tiempo en el que frotaba sus ojos demostrándome lo cansado que estaba.

—Estoy bien, gracias. —le dije llevando las manos al interior del bolsillo de mi polerón. No era verdad, hablando con honestidad en ese momento estaba cagá de hambre, pero no quería molestarlo, mucho menos notando lo cansado que estaba. Yo podía esperar... Esperar que se fuera a dormir pa' atacar su refrigerador—. ¿Ya te vas a acostar?

—No, te voy a preparar algo de comer. —comentó emprendiendo camino a la cocina e ignorando todo lo que le había dicho.

Entreabrí los labios sin saber si quejarme porque no me escuchaba o alegrarme porque aparentemente el Vicente me conocía lo suficiente.

A fin de cuentas opté por quejarme.

—No te dije que tenía hambre —murmuré, caminando tras de él.

—Pero la tienes.

Pa' qué te voy a decir que no si sí.

—Comer tan tarde hace mal —le porfié parándome detrás de él y recibiendo inconscientemente una olla que me estaba entregando.

—Nah. —soltó despreocupado, con su maña de desacreditarme cuando se le daba oportunidad.

¿Por qué era tan desesperante?

—Vicente —hablé dejando sobre un mueble la olla que estaba bajo mi posesión—. Deberías ir a dormir y descansar un poco. ¿A qué hora te levantaste hoy? —cuestioné y sin esperar respuesta, agregué—: Seguro que súper temprano. Porfa, deja eso ahí. —le pedí, tratando de alcanzar un sartén que tenía entre sus manos.

—Epa —murmuró levantando sus brazos para poder alejar de mi campo de alcance las cosas. Luego, sonrió suavemente y con las cejas fruncidas; relamió sus labios mientras daba una mirada a la distancia entre ambos—. Espacio personal.

—¿Ah?

—Estás invadiendo mi metro cuadrado —cuestionó, señalando hacia mi persona—. Es irrespetuoso.

—Lo siento —hablé casi de forma desesperada, como si me hubiera mandado el mayor de los cagazos.

Di un paso hacia atrás y de forma inconsciente sentí mi cara calentarse, seguro me estaba poniendo roja y efectivamente lo hice... Confirmé el hecho al escuchar la risa del Vicente frente a mí.

—Estaba bromeando, Maite.

Ah, que me caía mal el conchetumare.

No fue gracioso.

—Sí lo fue.

Bufé debido a la frustración que me causaba la testarudez del Vicente. Alcé la vista hacia él y siendo la mujer grande y madura que era; acepté mi derrota. Relajé mis hombros, mi postura y levantando mis brazos tomé mi pelo en una cola alta.

PAPI MECHÓN (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora