MARATÓN 3/3
Cualquier persona en mi posición hubiera aprovechado la cercanía de mi hermana con la mami zorrona pa' recopilar información y copuchar lo máximo posible.
Yo en cambio me había picado.
Así es.
No tanto con el hecho de que la Amelia fuera amiga de ella, después de todo, no tenía por qué obligarla a no tener ciertas amistades ya que honestamente me cargaba esa hueá.
Lo que me había molestado era que no me contara que habían sido amigas, aunque según ella no lo hizo porque no creyó que fuera algo relevante, pff.
Obviamente era relevante.
Tampoco había querido preguntar acerca de como fue el proceso de separación que tuvo con el Vicente, porque una parte de mí –bastante hueona– prefería que él fuera quien me contara todo ese tema po.
Sería penca enterarme por mi hermana como lo abandonaron con una bendición.
Que es lo que supongo que pasó.
Aunque igual él probablemente nunca me iba a contar, primero porque puta que era cerrado el conchesumadre y segundo porque yo prácticamente era nadie en su vida.
Ahora, debido a que seguía picá con mi hermana (luego de cuatro días) opté por dejar la ley del hielo e ir al supermercado a comprarme algo.
Con su cuenta rut obviamente.
Lo único malo de ir a supermercado que estaba cerca de mi casa era que me encontraba siempre con conocidos.
Lamentablemente conocidos que no eran exactamente de mi agrado; como el Tomás.
Me escondí, me hice la hueona, lo ignoré haciéndome la caballota, la perra, la diva, la potra, pero igual cagué no más cuando se puso detrás de mí en la fila.
—Hola, preciosa. —me saludó con la sonrisa que antes me gustaba caleta.
Claramente ya no me provocaba nada, porque gracias a la vida que me ha dado tanto conocí una sonrisa mucho ma' bella.
Aunque el dueño de la sonrisa no me pescara ni pa' pedirme la hora.
—Hola. —asentí con la cabeza en su dirección.
Oiga, señora de la caja ¿No puede apurar las manos? No ve que ya estoy estresá aquí.
—¿Cómo estuvieron tus vacaciones? —siguió metiéndome conversa— no pescaste mis mensajes, ni mis llamadas.
Este loco era muy cara dura.
¿Cómo me pudo gustar alguna vez?
—Estuvieron bien, gracias. —contesté dando un paso en la fila. No avanzaba na' la hueá— ¿y las tuyas? —en realidad no quería saber, pero tampoco era una mal educá.
—Buenísimas —elevó sus hombros, sin quitar la sonrisa de su cara.
Levanté ambas cejas.
Claramente estuvieron buenísimas, sacohuéa. Ya sé que te comiste a medio pueblo.
—Que buena. —le dije un poco cortante e incluso me di la vuelta pa' poner atención en la gente frente a mí en la fila.
Mejor indirecta pa' que cachara que no quería hablar con él ¡Imposible!
—Igual te extrañé caleta.
Casi se me cae el canasto con los chocolates.
De verdad me quería reír, ¿cómo alguien podía ser tan care palta? ¡La dura, loco! Te vas sin avisar, dejas a tu andante como si nada y al día subes historias a tu insta comiéndote a otras minas. Ayúdame, Yisuscraist.
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PAPI MECHÓN (editando)
Novela JuvenilDe como una cabra de cuarto medio se fija en un papá soltero, antipático y orgulloso.