Capítulo Dos

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Un extraño, no tan extraño.

Los recuerdos de lo sucedido la noche anterior me golpearon con fuerza en cuanto abrí mis ojos, junto con una ola enorme de culpabilidad y un ligero dolor de cabeza. Estaba en mi habitación con mi pijama puesto, anoche no estaba tan ebria como para no recordar lo que pasó después de encontrarme con Daiki, pero no recordaba nada después de que me había traído a casa.

—Buenos días, bijin. —Daiki entró a mi habitación con un vaso de agua y lo que parecía ser una aspririna.— ¿Cómo te sientes?

Mal. Y no me refería a la resaca, no sé cómo era posible que siquiera pudiera verlo a los ojos después de lo que había hecho ayer; me sentía intranquila y con unas ganas enormes de regresar en el tiempo para evitar ese beso.

—Bien... solo tengo un ligero dolor de cabeza, es todo. —Sonreí sin ganas tomando la aspirina y el vaso de agua.

—Estaba muy preocupado por ti, Noodle... —cada una de sus palabras hacía que me sintiera más culpable.— ¿Tienes hambre? Ya vuelvo, te traeré algo para desayunar...

"Tienes que decírselo, Noodle.", pensé en cuanto Daiki dejó la habitación, no era justo lo que le había hecho. Daiki merecía saberlo... ¿pero cómo se sentiría al respecto? Conociéndolo reaccionaría mal, muy mal.

—¿Qué pasa, bijin? —Daiki entró de nuevo a la habitación y me abrazó con cariño al verme tan consternada, si tan solo supiera lo que estaba pasando en mi cabeza.

—Daiki... yo... lo siento... yo... —Las palabras no salían de mi boca.

—¿Lo sientes? Noodle, soy yo quien debería pedirte disculpas, —Sus ojos verdes miraron los míos con ternura y un destello de arrepentimiento.— tenías razón, debí haberte pasado a tu padre cuando llamó, lo siento mucho...

—Daiki... —Quise hablar normal pero apenas me salió un hilo de voz a causa del nudo en la garganta que ya sentía.

–No digas nada, bijin... no hace falta. Yo solo quiero que estemos bien. —Daiki mostró esa sonrisa que solía derretirme cual chocolate en el sol, pero el único efecto que causaba ahora era el de querer llorar inconsolablemente por mis acciones.— Ten, come algo, te hará sentir mejor. —Tomó el plato que había dejado en la mesa de noche y me pasó un panqueque con mantequilla y miel, comencé a comerlo, pero al primer bocado me desmoroné por completo y las lágrimas salían de mis ojos sin que pudiera controlarlas. Estúpidos lagrimales traicioneros.

—Noodle... ¿Qué pasa? —Cada palabra amable y mirada preocupada que Daiki me dedicaba era una tortura, debía decirle lo de ayer, tenía que contárselo.— Han sido un par de días difíciles, sácalo todo, desahógate, bijin. —Una vez más me envolvió en sus brazos.

No podía decírselo, simplemente no podía... Lo lastimaría demasiado... ¿Dónde quedarían tres años de noviazgo? Mis sentimientos hacia él no habían cambiado por un insignificante beso con un extraño. No. Lo mejor sería que no dijera nada y dejara todo esto en el olvido. Al fin y al cabo, Londres era una ciudad muy grande, jamás volvería a ver a ese peliazul y en un par de días todo volvería a la normalidad.

—Te quiero, bijin. —Dijo Daiki después de unos minutos de silencio. Seguía entre sus brazos y él acariciaba mi cabello.

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