Capítulo Cuarenta y Seis

895 78 206
                                    

París.

Narra Murdoc

Desperté con un dolor de cabeza terrible en una habitación de hotel que no era el que Jamie había alquilado. Solté un gruñido de dolor al intentar enderezarme en la cama, pasé mis manos sobre mi cara y cerré los ojos con fuerza, deseando que los recuerdos de la noche de ayer que ya llegaban a mi mente fueran solo un sueño o el efecto de alguna fuerte droga.

Pero la mujer acostada al lado mío me traía de vuelta a la puta realidad de golpe.

—¡Mierda! —Grité levantándome de la cama. La rabia corría por mis venas a toda velocidad y no sabía con qué descargarla.

No me quedaba más que buscar mi ropa y largarme antes de que está zorra despertara.

El rostro de Lynn apareció en mi mente como un fantasma, pálido, con los ojos llorosos y mirándome con la tristeza más grande que pudieran reflejar. Era un completo imbécil.

Encontré mis pantalones tirados a un costado de la cama, me los puse, sintiendo una estúpida y rara sensación de mierda en el pecho.

—¿Tan pronto te vas? —La voz adormilada de Paula resonó en la vacía y asquerosa habitación.

—Sí. —Respondí cortante.

—Ow, Mudz, qué lástima... Pensaba seguir con esta fiesta. —No quería ni verla, me sentía una mierda. Escuché como encendía un cigarrillo y el aroma de la nicotina pronto se esparció por las cuatro paredes.

—Vete a la mierda, Cracker.

—Oye, yo no te obligué a nada. Además... no sé de qué te preocupas si no es la primera vez que cuerneas a la mocosa esa. —Rió.— ¿O es que acaso ya se te olvidó?

—Me importa una mierda...

—No puedes negar la atracción que sientes hacia mi, Murdoc. —Seguía diciendo con voz seductora, se puso sobre sus rodillas encima de la cama, con las blancas sábanas cubriendo una parte de su cuerpo.— Por más que digas detestarme o me insultes, sabes que entre nosotros hay buena química.

Ya estaba a unos escasos centímetros de mi boca, mierda, claro que no podía negar que la zorra tenía buen culo y sabía bien cómo utilizarlo a su favor. Pero no era Lynn...

La empuje despacio hacia la cama, haciendo que se riera, terminé de abrochar la bragueta de mis pantalones y me coloqué mi camiseta, se hacía tarde y tenía que llegar al estúpido concierto.

Salí de la habitación sin decir una palabra. Un sudor frío recorría mi piel, tenía esta maldita sensación extrañaba en mi pecho y estomago. Para colmo, mi puto celular se había quedado sin batería y no sabía cómo mierdas regresar al hotel, encima toda esta gente parecía creer que el inglés no era idioma prácticamente universal.

Con una mierda.

Después de horas de estar perdido y gracias a un enorme reloj que había en lo que parecía ser una iglesia, me di cuenta que era demasiado tarde para volver al hotel, con una mierda, mejor llegaba directo al concierto, pero debía llegar pronto.

Hice un esfuerzo enorme para recordar el nombre del estadio, rebuscando en mi mente cuando el cabeza de huevo de Albarn me lo mencionó, cogí un taxi y le dije el nombre. Llegué apenas y encima los jodidos guardias no me dejaban pasar... Cuando se dieron cuenta que en verdad era el bajista y no estúpido imitador, apenados como un par de cachorros regañados me llevaron hasta adentro, donde la voz enojada del cara de huevo resonaba con fuerza.

—¡Falta media hora! ¿¡Dónde está ese pedazo de...!?

—¿Pedazo de qué, Albarn? —Pregunté parándome detrás de él con una sonrisa.— Hubiera estado aquí hace veinte minutos si los gorilas que tienen de guardias supieran quien es el puto bajista.

DESIREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora