01 | Fiesta de cumpleaños.

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Me quedan quince minutos para terminar de arreglarme y el inútil del mayordomo todavía no ha subido el vestido de Dolce & Gabbana que encargué hace casi medio año. Mientras espero, retoco mis labios añadiendo otra capa roja y giro mis rizos con impaciencia.

Nunca suelo ponerme nerviosa porque soy una persona muy segura de mi misma, pero a pesar de eso es inevitable que los nervios ataquen mi estómago. Llevo esperando este día desde que tengo uso de razón, es decir, el día que ya tengo los 18 años oficialmente y no en los miles de carnets falsos que guardo.

En mi mundo no es algo con lo que la mayoría de chicas sueñan, ya que ser mayor de edad significa obligaciones. Y en el mundo de la mafia, las obligaciones que tienen las mujeres son pocas pero duras. Casarse con el hombre que traiga más beneficios a tu familia que en mi caso son los Bianco. Dueños de toda Europa y gran parte de Sudamérica.

La puerta se abre y una de las criadas suelta con cuidado —y envidia— mi deseado vestido. Solo tengo cinco minutos para colocármelo, pero por suerte me sobran dos minutos. De nuevo, vuelvo la vista al espejo y reviso minuciosamente todo mi cuerpo en busca de cualquier imperfección. Pero esta noche no hay nada, estoy totalmente perfecta. Abro la puerta y me dirijo a uno de los días más importantes de toda mi vida y posiblemente de los Bianco. Hoy, aparte de ser mi cumpleaños, también se cumplen ocho años de la caída de los Russo.

Nunca había visto tanta gente en el jardín como hoy. Es impresionante. Todos van vestidos de blanco a excepción mía que llevo un vestido rojo largo y los pequeños detalles en los trajes de mis padres, como una flor o unos pendientes. Un enorme pastel se encuentra en el centro junto a mi animal favorito tallado en hielo y  junto a éste, hay una enorme mesa que se encuentra repleta de cajas de regalos de todas las formas posibles.

Me encuentro obligada a recibir miles de felicidades, enhorabuenas y saludos acompañados de abrazos y besos que en su mayoría son totalmente falsos durante dos horas pero es algo que no me importa. Por fin, cuando me comienzan a doler los pies diviso al fondo un enorme recogido de color gris, que pertenece a mi mejor amiga. Martina a parte de ser uno de los apoyos más importantes en mi vida, es la hija del empresario jefe de la principal compañía de aviones en Italia y uno de los socios y mejores amigos de mi padre.

—Por un momento pensé que nunca te volvería a ver —me abraza de forma tan exagerada como siempre. —Ya se que provienes de una familia rica, pero chica ¿podrías ser un poco más solidaria con los demás? —Afirma mientras mira con risa a Adelaide. —Alguien se va a morir de envidia.

Y así es como Martina consigue siempre dibujarme una sonrisa en la cara o relajarme en situaciones como éstas. Mientras que Martina es una persona súper cariñosa, leal y dulce —algo totalmente fuera de sitio aquí, en la mafia— su hermana Adelaide es fría, calculadora y mala persona. Mucha gente nos considera iguales, pero yo nunca he matado a nadie ni pienso hacerlo.  A nuestra conversación también se acerca Mario, que me saluda con un beso en la mejilla. Es mi mejor amigo y también lo quiero un montón. Sinceramente sin el apoyo de mis amigos no sería ni la mitad de feliz de lo que soy actualmente, ya que mis padres prefieren ocuparse en otro tipo de asuntos. Como cobrar su deudas, planear nuevos ataques y publicar su amor por todos los rincones del planeta. Después de estar un rato hablando con ambos, mi padre me hace un gesto para que me acerque.

Está acompañado por mi madre y un hombre que a pesar de la enorme cicatriz que le recorre el rostro, no le quita atractivo. Probablemente ronda sobre los treinta y tantos años. Un escalofrío recorre mi espalda y de pronto me doy cuenta de qué va toda esta presentación.

El desconocido me examina con una sonrisa escalofriante. —Wow, estás preciosa Dafne. Tienes unos ojos magníficos ¿Tal vez sean grises? —asiento con la cabeza molesta al no saber porque saca tal tema en mitad de mi cumpleaños. —Siempre he tenido envidia de aquellos que tienen los ojos tan bonitos. ¿De padre o madre?

Es imposible que no le mire a los ojos tras el tono que utiliza para preguntarme la pregunta. ¿Sarcasmo? En sus ojos lo único que hay es diversión y decisión. Pero antes de que me de tiempo a analizar algo, las luces de la fiesta se apagan y algo mancha parte de mi vestido y mano. El olor de la sangre es inconfundible. Acaban de matar a un hombre delante mía y ni siquiera me lo esperaba.

Alguien me empuja y me tira al suelo, cubriéndome con su cuerpo pero yo no quiero permanecer en segundo plano. Si tengo que recordar mi cumpleaños de esta forma, desde luego no va a ser tirada en el suelo como los perdedores. Saco la pistola que siempre llevo guardada en la liga de las medias y la sujeto con firmeza. En unos segundos, tras unas cuantas maniobras de defensa personal me encuentro encima de la persona que me estaba protegiendo. Los ojos más azules que he visto en mi vida me miran con furia y sus manos descienden a mi cintura apretándome contra él impidiendo que me escape. Desde esta perspectiva mis ojos se encuentran justo a la altura de sus labios y por un momento no puedo evitar examinarlo. Moreno de piel dorada con pecas adornándole el rostro y dándole un falso aspecto inocente. Al final opto por deslizarme a su lado quedando en el suelo.

Y después de este breve acontecimiento que había conseguido aumentar el ritmo de mi corazón, los altavoces consiguen devolverme a la realidad.

—Hoy hace trece años que la familia Russo fue silenciada, pero no matada. Perdimos a muchos de los nuestros y la sangre sólo se paga con sangre. Uno por uno todos los Bianco caerán y nosotros estaremos ahí cuando lo hagan. I Russo non morrà mai!

Decenas de disparos vuelven a sonar y después, el silencio y la muerte reina el jardín.

Lo prohibido en la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora