<<Tengo que decírselo a Apolo>>
Ese es primer pensamiento que se viene a mi cabeza.
¿Pero que le voy a decir? ¿Qué Luce no lo quiere y que sólo lo está usando porque mi padre quiere terminar con lo nuestro? Eso lo terminaría de matar, si es que no lo está ya. Porque muchas veces, estar vivo no significa que sientas. Y eso, es algo que conozco muy bien.
Estoy harta de abrir mi corazón a la gente y que siempre me traicionen de la peor forma. Apolo no se quedó nunca para intentar arreglar lo nuestro ni cuando las circunstancias nos superaron. Yo sólo le decía esas palabras hirientes porque quería alejarlo de mí, ya que la mafia es una vida llena de sufrimiento. Siendo un soldado tenías alguna oportunidad de escapar, pero ¿cómo hacerlo si terminaba metido en la boca del lobo? Al final todos mis intentos han sido en vano porque la cosa que más amaba en su vida se ha marchado.
Tendría que haber sido yo la que muriera aquella noche.
Y luego está Eric. Aquel muchacho de ojos verdes algo mayor que yo, que en más de una ocasión se abrió a mí diciéndome lo mucho que cansaba ser el último de la familia y que nadie creyera en él. Que tenía pesadillas por las noches debido a los castigos que su padre empleaba en él. Aquel del que nunca esperé algo similar como lo que ha hecho. No solo es que me haya hecho una cosa indescriptible, si no que ha traicionado mi confianza de una forma que sé que a partir de ahora voy a mirar a las personas de forma diferente. Si antes era desconfiada, ahora lo seré por multiplicado e inconscientemente.
Busco mi móvil en el bolsillo para volver a llamarlo como la arrastrada que soy, pero entonces recuerdo la cantidad de veces que lo he hecho y que no ha servido para nada. ¿Debería perder la poca dignidad que me queda sólo para hacerle daño con una verdad? Siempre he sido partidaria de la verdad, así que sin saber muy bien el porqué, me encuentro de nuevo marcando el número de nuevo y cruzando los dedos para que conteste o al menos, lo haga alguien. Pero como todas las veces anteriores, salta el contestador. Al menos, no se puede decir que no lo he intentado.
El sonido de las sillas siendo arrastradas me saca de mi aturdimiento y me escondo tras la primera cosa que veo, la cual resulta ser unas macetas que adornan el pasillo. Me abro paso a través de las hojas y tallos, hasta que formo un huequito de unos cinco centímetros a la altura de ojos para no perder detalle de lo que ocurre.
—Las ganancias serán dobles, piensa en ello.
—¡¿Estás loco?!—Grita Luce—. No pienso matarlo ni por todo el dinero del mundo. ¡Apenas puedo dormir por las noches de lo mal que me siento por hacer lo que estoy haciendo!
—¿Quieres darle a tu madre un entierro digno o no? —pregunta mi padre.
—Sí, pero no de esta forma.
Cubro mi boca para evitar que se escape la carcajada que amenaza con sonar con fuerza. Luce debe de ser una persona realmente imaginativa si en algún momento ha llegado a pensar en que puede matar a Apolo. Venga ya, ¿qué clase cría de diecisiete años sin conocimientos puede matar a un hombre entrenado en la mafia? La respuesta es simple. Ninguna.
—Entonces, atente a las consecuencias —anuncia la fría voz de mi padre, provocándome un escalofrío—. Quién sabe si mañana aparece algún familiar tuyo muerto.
La puerta se abre de un gran portazo, tanto, que pienso en que la van a echar abajo. Luce sale muy enfadada de la habitación mientras se seca las lágrimas del rostro, aunque a mitad del pasillo parece recordar algo y vuelve a la lujosa habitación de la cual salió llorando.
—El único familiar vivo que queda es mi padre, ¿piensas matarlo? —pregunta roja de la furia—. ¡Os tirasteis años fingiendo que mi padre había muerto aquella noche en la casa de los Russo! ¡Años! ¡Tanto mi madre como tú! —para un momento para intentar tranquilizarse pero sólo sirve para que los temblores aumenten y los chillidos, también—. Cada dieciocho de agosto, sacaba una cadena del cajón y lloraba en ella hasta el amanecer. Yo pensaba que lloraba la muerte de mi padre, pero no. Lo único que hacía era aliviar su sufrimiento. Ella estaba enamorada de ti, tu lo sabías y te aprovechaste. Se quedó embarazada y en un acto de generosidad, la dejaste permanecer aquí. Y luego, cuando cumplí los quince lo descubrí. El colgante que ella tenía era la otra mitad que pertenece al que siempre llevas bajo la ropa.
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Lo prohibido en la mafia
ActionEn el momento en el que la bomba estalla, Dafne Bianco se encuentra bebiendo champán, discutiendo sobre memeces y pensando en lo genial que se ve con su vestido de alta costura. Cuando la adrenalina desaparece, su prometido está muerto, su cumpleaño...