Epílogo
Traiciones, sangre, mafia y dolor.
Son las cuatro palabras que utilizaría para describir toda mi infancia y adolescencia. No he conocido otras cosas que no fueran manipulaciones, amenazas y órdenes. Mientras las otras chicas de mi edad jugaban a las muñecas o practicaban cualquier tipo de deporte mundano; yo me encontraba en casa entrenando para matar a personas.
Sin embargo, ahora que me encuentro tan lejos de aquello creo firmemente que lo que yo hacía era la peor pesadilla de cualquier madre. Nadie querría arriesgarse a recibir una llamada a medianoche anunciándote de que tu hijo tiene un disparo en el costado, o quizás una bala entre ceja y ceja. No merece la pena tener que vivir esas experiencias por dinero.
De verdad que no.
Sacudo la cabeza e intento pensar en otro tema, porque una parte de mí prefiere enterrar todos los años anteriores de mi vida y no volverlos a sacar de ahí. Secuelas siempre quedan, por muy bien que terminen las cosas. Las pesadillas, el miedo a no encontrar a nadie en quién confiar, las continuas paranoias sobre la gente que anda a tu alrededor...
No es fácil superar ese tipo de episodios. A veces pienso en qué hubiera ocurrido si nunca hubiera recuperado la memoria, pero intento no hacerlo mucho. No ayuda en nada, aparte de que ese nunca fue mi estilo. Sé que debo superar todo lo que ocurrió hace ya más de un año, pero hay algo en mí que se niega a pasar página y cerrar capítulo.
La verdad es que fue una época muy mala. No sólo tuve que enfrentarme al hecho de aceptar que había convivido durante toda mi vida con los asesinos que mataron a toda mi familia, sino que los había querido. Tenía sentimientos hacia Violetta, hacia Milo. En el fondo, por mucho que los odiara a ambos, sabía que nunca los hubiera querido ver morir. No tuve tiempo para decirle a Violetta que la perdonaba, tampoco para escuchar la versión de Milo. Sólo que sé que de un momento a otro todas las personas de mi alrededor estaban muriendo y yo no era plenamente consciente de todo lo que ocurría.
Ni siquiera recuerdo bien lo que pasó aquel día. Estábamos todos tan concentrados en sobrevivir, en que no me desangrara de camino a Italia... Anastasia, Marcus y Alex no me abandonaron en ningún momento durante las horas siguientes. Localizaron a un médico en el aeropuerto y me salvaron la vida. Luego, el jet privado de los Costas me trajo a Roma. Fue allí cuando finalmente alguien pudo explicarme todo lo que ocurrió.
Greta, Martina y Mario esperaban impacientemente en la puerta, con toda la incertidumbre pintada en la cara. No sabían en qué condiciones nos encontrábamos y esperaban lo peor. No obstante, tras tres días de viaje (tuvimos que dar muchísimas vueltas por las posibles venganzas de los Ivanoks) mejoramos notablemente. Seguíamos manteniendo esa mala cara, pero al menos físicamente estábamos todos bastante bien. Mi pierna parecía curarse bien y no presentar ninguna infección. Anastasia se encontraba cerca de dar a luz, aunque por suerte no tuvimos ninguna complicación más. Alex se sentó a mi lado en todo momento y Marcus... no me miraba a la cara más que lo estrictamente necesario. Y lo comprendía. Joder, claro que lo comprendía. Yo representaba para ellos toda aquella época oscura de sufrimiento. Representaba la muerte de Armando. Representaba a los Bianco, por lo que no forcé en ningún momento una conversión con él. Esperaba que con el tiempo, las heridas se sanasen y nuestra relación mejorara.
Lo único que queríamos hacer al bajar del coche y tocar tierra era dormir plácidamente y no despertar en años, aunque la matriarca, para mi desgracia, tenía otra cosa pensada. Y vaya cosa.
Los saludos fueron intensos. Lloré muchísimo en los brazos de mis amigos, imaginando lo bien que nos lo hubiéramos pasado todos si yo hubiera estado aquí viviendo con una familia normal. Sin embargo, nadie elegía la familia que le tocaba. Y yo, por mucho que me doliera, debía de aceptar a la mía. A pesar de que estaba hecha un completo lío y no sabía ni que porque nombre contestar.
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Lo prohibido en la mafia
ActionEn el momento en el que la bomba estalla, Dafne Bianco se encuentra bebiendo champán, discutiendo sobre memeces y pensando en lo genial que se ve con su vestido de alta costura. Cuando la adrenalina desaparece, su prometido está muerto, su cumpleaño...