04 | Venganza.

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La suave luz que entra por la ventana me despierta. Por un momento, me planteo agradecerle al más allá el hecho de que sea verano pero pronto descarto la idea. ¿Para qué iba a agradecerle esa tontería si no era capaz de comportarse con mi familia de una forma correcta? Ignoro el horroroso dolor de cabeza y me concentro en llegar al cuarto de baño sin matarme por las cosas que hay tiradas en el suelo.

A la media hora, cuando termino de ducharme, me encuentro una nota con una cuidada ortografía que me resulta vagamente familiar y un sobre junto diez mil euros en metálico. Si fuera ingenua, pensaría que era el regalo de mi cumpleaños pero no. Conocía lo suficientemente bien a mí padre para saber lo que me esperaba. La misión del viernes se ha convertido en un auténtico peñazo.

Cuando llego a la habitación de reuniones mis padres se encuentran sentados en los sillones que normalmente solo los usan para castigarme o explicarme algún plan. Y por el ambiente que hay, puedo deducir que me espera la segunda opción.

La mesa que siempre suele estar vacía se encuentra llena de papeles y un plano extendido sobre ésta. Milo dirige una mirada a la silla que se encuentra en la punta de la habitación y sé que esa es su forma de pedirme que me siente.

—Anoche cumplistes los dieciocho años, Dafne y sabes lo que todo eso conlleva. Más obligaciones, más responsabilidades y desde luego, menos fiestas y tonterías. Que andes metida en carreras y peleas ilegales no nos da la imagen que deseamos. —Aprieto los labios hasta se convierten en una fina linea y muerdo mi lengua para no interrumpir el discurso que está dando. Sabe que mis negocios me importan demasiado. Leyendo mis pensamientos, continua:—Pero podríamos llegar a aceptarlo si haces un trabajo para nosotros. 

Miro a mi padre y por primera vez veo seriedad en su postura. Está totalmente tenso y no desprende la habitual arrogancia que siempre tiene. Mi madre por su parte se encuentra mirando el suelo. Me duele que haya regresado de la casa de mis abuelos y ni siquiera me haya avisado. Desde hace unos meses ha dejado de ser la madre cariñosa, admirada y ejemplar para convertirse en alguien fría. No la reconozco y eso me escuece, pero soy demasiado orgullosa para dar el primer paso. Me han educado para eso.

—¿Y por qué iba a aceptar un trabajo tuyo cuando pienso ir de todas formas? —contesto a mi padre mirándole a los ojos fríamente. Una lenta sonrisa se asoma por sus labios. —Sabes perfectamente que nunca has tenido ninguna autoridad sobre mí y menos que ahora he cumplido la mayoría de edad.

—No le contestes a tu padre, Dafne. Aquí harás lo que se te ordene —interviene mi madre. Intento esconder la sorpresa que invade mi rostro antes de mi padre lo vea, pero desgraciadamente no soy lo suficiente rápida —No se trata de una opción. Lo puedes hacer por las buenas o por las malas. Tú decides. Quién avisa no es traidor.

—¿Me estás amenazando? ¿Qué va a ser lo próximo, pegarme? —Contesto empezando a enfadarme. No quiero hacerle daño a mi madre, pero no sé que le pasa. Cuando estoy a punto de decir algo que seguramente me hubiera arrepentido después, el mismo idiota al que dejé inconsciente interrumpe en la habitación con la respiración acelerada. Sé que van a hablar de algo que no quieren que me entere y me levanto antes de que me den permiso. Al pasar, lo empujo con mi hombro deseando de que tenga tan mala coordinación que caiga al suelo, pero no, no ocurre eso. Se queda mirándome con una tranquilidad superficial a la que tan acostumbrada estoy. Sabe lo que le hice y no puedo evitar mirarlo con una sonrisa. 

Antes de que cierre la puerta, escucho a mi padre decir: —Lo próximo va a ser quitarte ese costumbre de acostarte con todos. Las damas de alta clase no son ningunas putas baratas.

Mi padre como siempre mal interpreta mis acciones. Ignoro sus palabras y tomo una decisión. Ya que me tiene por una guarra que se acuesta con todos, no creo que le moleste que me tire a su guardia favorito.

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La llamada perdida de Martina me inquieta y no tardo más de diez minutos en llegar a su casa. Ahora que está viviendo sola sin ningún tipo de protección me asusta. Quiero que se venga a vivir conmigo, pero ella se niega en rotundo. Es tan cabezota como yo. En eso sí que nos parecemos.

Tras el ingreso de Bárbara, Paolo y Adelaide se han ido a su otra casa de campo, donde por cierto ella no es bien acogida. A Paolo nunca le ha gustado y ahora que tiene la oportunidad de quitársela del medio, no va a dudar ni un minuto. Nunca pensé que Paolo Colombi se casaría con Bárbara, ya que pertenecía a la familia Esposito, uno de los apoyos principales de los Russo.

Cuando llego, Martina está impaciente esperándome en la puerta. Debe de ser muy urgente para que haya dejado su cama y mi ordenador. Es de esas personas que no permite que nada le interrumpa hasta que no termina con lo que tiene. Lo admiro bastante por eso, yo siempre soy de dejar las cosas a medias.

—Necesito que subas ya a mi habitación. Ahora mismo. —Señala mi moto y me hace un gesto para que la deje a la intemperie sin ningún tipo de cuidado. Pero yo a mi bebé nunca le podría hacer algo así. Con delicadeza la aparco y me bajo de ella. —Los asesinados en la matanza no son casualidad, Dafne. Todos han sido los principales apoyos de los Bianco para derrocar a los Russo.

Martina me mira con temor escondido mientras me agarra y me arrastra a su habitación. Sé de sobra lo que me quiere transmitir. A su madre le han disparado por traidora y probablemente, ella está metida en el asunto tanto como yo. Pero yo no voy a permitir que le pongan un dedo encima.

Abre la puerta de su dormitorio y me acerca una foto y un plano grande doblado por la mitad. —No sé si es el plan sobre el que hablaban el otro día, pero el hombre con el que hablastes era el fiscal más importante de toda Italia. Y si es lo que yo estoy pensando, planeaban casarte con él. —Cojo la foto y la examino bien. Sí, es exactamente el mismo hombre que mataron delante mía. Me imaginaba que me iban a casar ya, pero ¿no habían podido esperarse a que terminara al menos la fiesta? De todas formas ya da igual, porque mi pretendiente está muerto. —No he podido averiguar quién ha sido el kamikaze de tu cumpleaños. El árbol de los Russo no revela absolutamente nada. Puedes quedártelo y así comparas la edad del cadáver con las fechas del nacimiento. Igual así avanzamos algo.

Asiento con la cabeza y cruzo el jardín. Por la ventana escucho: —Ah y por cierto, si me pudieras traer unas huellas dactilares del cadáver te estaría agradecida de por vida.

El tono de su voz me sorprende porque estoy segura de que ella no es así. Pero entonces comprendo que algún día tendrá que dejar de ser la niña inocente por la que todos se preocupan. Tendrá que aprender a ser fuerte por ella misma.

Porque aunque su madre nunca la haya querido ni la haya tratado bien, piensa vengar su muerte.

En la mafia, la sangre se paga con más sangre.

Lo prohibido en la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora