Su mirada se clava en mis ojos, implorándome que diga algo. Necesita que le diga algo. Sin embargo yo no sé que decir. No puedo creerme que esté enamorada de Alex Russo. De mi primo. Es todo tan confuso... Y acabo de recuperar la memoria tan sólo hace unos minutos. La cabeza me duele demasiado y la vista se me difumina. No obstante, sé que no es el momento idóneo para quejarse. Obligo a mi mente a formular cualquier frase que pueda tranquilizarlo, pero no sale nada. Siento la boca como si no hubiera bebido en años. Y cuando lo miro... Dios, se me rompe el corazón en mil pedazos.
Luce tan perdido, tan vulnerable, que lo único que quiero es acercarme a la cama y abrazarlo muy fuerte. Pero no puedo. No quiero acercarme a él. No quiero reconocer que él es Alessandro Russo, porque si lo admito, eso sería significaría que debería cambiar radicalmente mi relación con él. Y no quiero. Tan sólo quiero alejarme de esta habitación que tantas decepciones me ha traído y bajar abajo. Ahora mismo lo único que importa es la muerte de Milo.
Tenemos que mantener la normalidad.
Doy vueltas por la habitación, rompiendo la cercanía de nuestros cuerpos. ¿Seguimos hacia delante con el plan? o... ¿nos retiramos antes de que todo sea demasiado tarde? Estoy demasiado confusa. ¿Merece la pena correr tantos riesgos cuando no podremos estar juntos después de todo? Niego con la cabeza. No es el momento de tener ese tipo de pensamientos. Yo, Dafne Bianco, nunca he sido una chica que huye de las situaciones cuando éstas se complican. Joder, llevo años luchando contra todo y todos. Nunca me he planteado la opción de abandonar. De hecho, ni siquiera se me ha pasado por la cabeza. ¿Por qué ahora sí? ¿Por qué siento que esto no tiene solución? Suspiro sonoramente y niego con la cabeza, provocando que Alex me dirija una mirada extraña.
No puedo dejarme llevar por impulsos imbéciles. Tengo la ocasión perfecta de matar a Milo, la fuente de todas mis desgracias, y encima cuento con el respaldo de los Colombi. Quien sabe si la vida me presentará otro oportunidad igual. No puedo arruinarla. Debo de anteponer mis prioridades y después, poner en orden mis sentimientos.
Simplemente no es el momento de debatir cuanto de malo es estar enamorada de tu primo.
—Tengo que irme—susurro en voz baja.
—Lo sé—su brazo agarra mi muñeca y no puedo evitar que un escalofrío recurra todo mi cuerpo. Se siente tan bien... pero no está bien. ¿Qué diablos podemos hacer?—, pero tenías que saberlo. Era una carga demasiado dura y yo... no podía negarlo durante más tiempo—su voz suena rota, como si estuviera forzándose a decir en voz alta aquello que nunca ha confesado a nadie—. Te quiero. Siempre lo he hecho. Y siempre lo haré.
Sus palabras suenan tan sinceras... Es exactamente la declaración con la que siempre soñé. Sin embargo, nunca habría imaginado una broma tan retorcida. ¿Cómo es posible que esté enamorada de un hombre que dice ser mi primo? No nos parecemos en nada. Hemos cambiado tanto los dos en los últimos trece años...
—Yo...—me quedo en blanco ante su confesión. No sé que decir para aligerar el peso de la situación que nos envuelve. Y ojalá supiera las palabras exactas para aliviarlo—, necesito tiempo para asimilarlo todo. Y hay mucha gente abajo. Dios, me estarán buscando todos. Adelaide no podrá cubrirme mucho más...
—Tienes razón.
Asiento.
Debería de marcharme, pero... ¿qué clase de persona sería si lo dejo en estas condiciones? Me acaba de revelar aquello que lleva atormentándolo durante meses.
—Entonces, ¿realmente eres Alex?—pregunto con los ojos cerrados, instantes antes de atravesar la puerta. Lo único que quiero es despertarme de esta pesadilla.
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Lo prohibido en la mafia
AcciónEn el momento en el que la bomba estalla, Dafne Bianco se encuentra bebiendo champán, discutiendo sobre memeces y pensando en lo genial que se ve con su vestido de alta costura. Cuando la adrenalina desaparece, su prometido está muerto, su cumpleaño...